El intento de golpe de estado, que inició en cámara lenta y luego se aceleró para provocar su propia caída, al querer vendernos casos falsos en contra del presidente electo Bernardo Arévalo y el partido político Movimiento Semilla hizo que nuestra atención se centrara en evitar el golpe. El proceso deja fortalecida a la sociedad guatemalteca, principalmente por el reconocimiento de que quienes resisten, desde siempre, son los pueblos indígenas. Su solicitud, que se hizo nuestra, el segundo día de octubre del 2023, ese brillante mes que tanta lucha por la libertad guarda. Ellos que entendieron lo que perdíamos, ellos, ellas, las que siempre han sido invisibilizadas, ellos, los que guardan las maravillas de los colores de la primavera, ellos salvaron esta democracia y persisten, insisten en que sea destituida la fiscal general Consuelo Porras. Insistamos todos.
Ciertamente en octubre todos nos contagiamos de la defensa a la democracia, ahora, debemos continuar ya que la destitución de la fiscal general debe darse si no será mucho más que una piedra en el zapato para el gobierno democrático del presidente Arévalo, será el arma que seguirá utilizando el pacto de corruptos para conectarse a su respirador artificial. Octubre, el hermoso octubre, debe ser el inicio de nuestra lucha constante por la democracia. Tenemos problemas que resolver, no creamos que esa tarea es solamente de Arévalo, no; es nuestra también. Así, no podemos permitir que la desnutrición se robe el futuro de la sociedad guatemalteca.
El problema de la desnutrición, como todos los problemas sociales, tiene causas variadas, es un problema complejo. Sin duda la causa principal ha sido la pobreza, 60% de la población guatemalteca vive en pobreza. Eso asociado con el aumento en el costo de la canasta básica, con los problemas de un tipo de agricultura de subsistencia, escasez de cosechas, falta de tierra para cultivar, falta de educación alimentaria, mala educación sobre producción y conservación de suelos y de alimentos sanos, disminución del poder adquisitivo, las secuelas del COVID y la misma situación política, inestable, desde hace décadas de un sistema de gobierno atrapado por la corrupción por lo que poco hace para afrontar la desnutrición. De hecho, hasta el apoyo internacional parece diluirse en la burocracia nacional e internacional. La desnutrición de las niñas y niños menores a 5 años alcanza el triste 47%. Deténgase en ese dato: La mitad de nuestros pequeños tienen, padecen, sufren de desnutrición. Eso debe detenerse con urgencia (datos tomados del informe de CINDERE, Desnutrición: Un Freno para el Desarrollo, 2021).
Que un país tenga a la mitad de sus niños desnutridos es una alarma mundial. Esto no solamente es éticamente incorrecto, sino que es socialmente inaceptable. Estos niños cuando sean adultos tendrán problemas cognitivos. Pero hay, dice el mismo informe, un 17% de niños con desnutrición crónica severa. Un quinto de la población ya está condenada a tener problemas serios cognitivos, sociales y emocionales porque les negamos el derecho a la alimentación mientras el Pacto de Corruptos enriquece. No afrontar la corrupción, no destituir a Consuelo Porras es seguir dejando que la desnutrición gane la batalla y nos deje un país desnutrido, tal como lo había logrado hasta de que Arévalo ganara las elecciones presidenciales.
Como el problema de la desnutrición es complejo, con enormes causas económicas, políticas y culturales, habrá que afrontarlo así. Una componente que discuto acá es la producción de alimentos. El país tiene un enorme capital cultural y natural para producir alimentos. La Universidad de San Carlos tiene programas académicos de técnicos universitarios en producción de alimentos en su tecnológico de Palín, tiene una ingeniería en alimentos en el centro de Mazatenango. La facultad de ciencia químicas tiene licenciaturas en nutrición, postgrados en nutrición, con el Instituto de Nutrición de Centro América y Panamá, INCAP, maestría de nutrición y desarrollo humano de la Universidad de Galileo que también tiene una licenciatura en alimentos y nutrición, la misma universidad del Valle de Guatemala tiene licenciatura en nutrigenómica y nutrición, la Universidad Rural tiene una licenciatura en nutrición, la Universidad Rafael Landívar tiene también su licenciatura en nutrición, la Universidad da Vinci tiene una licenciatura en nutrición. Tenemos técnicos, licenciaturas, maestrías y doctorados en nutrición en un país de desnutridos.
El nuevo gobierno de Arévalo debe darle un giro a la forma tradicional en la que se viene afrontando el problema, primero, porque venimos de mal en peor, segundo porque a pesar de vivir en un país con una enorme biodiversidad y riqueza cultural, la desnutrición nos está matando y asegurándonos un futuro obscuro. Para resolver el problema de la desnutrición se requiere tener acceso a los alimentos, pero este acceso es económico (recursos financieros, por ejemplo), político (debe obedecer al manejo del poder en la producción y distribución), cultural (debe ser pertinente para la cultura local), en otras palabras, se requieren alimentos sanos y nutritivos, que estén al acceso (económico) y físico (lugares accesibles). Para esto habrá que cambiar la forma en que producimos alimentos y hacer de nuestro sistema de producción sistemas coherentes con la cultura y con la ciencia y tecnología moderna.
Las universidades no pueden estar aisladas, trabajando cada una por su lado, no, no más de esto. Debemos formular una política pública, que nazca en el seno de las universidades organizadas alrededor de problemas sociales. Ya no universidades solamente para aprender de memoria contenidos, sino fundamentalmente para afrontar socialmente problemas e incrustarse con los ministerios pertinentes del nuevo gobierno. Para eso, es fundamental decirle adiós a esta estructura corrupta y empezar a reconstruir a nuestro país. O es ahora o no será nunca Guatemala.