La investigación científica se da en ambientes culturales desarrollados. La ciencia nace, crece y se desarrolla en libertad y sin corrupción. Guatemala, además de su subdesarrollo económico y político padece de un intenso subdesarrollo científico. En principio el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, CONCYT, órgano encargado del desarrollo científico en Guatemala, apenas recibe 0.03% del PIB en inversión en ciencia y tecnología. Este es el presupuesto más bajo de inversión en ciencia de América Latina. México invierte 15 veces lo que invierte Guatemala e Israel 150 lo que nosotros invertimos. Junto a eso la ley guatemalteca ubica como Presidente del CONCYT al Vicepresidente del país. Así, este gobierno de Giammattei ha tenido a Guillermo Castillo al frente de tan importante institución, un funcionario que no aparece en ningún lugar, no trabaja y a quien le interesa poco el país, no digamos la ciencia nacional. La ausencia del vicepresidente Castillo en todo, incluyendo el CONCYT; refleja la presencia permanente del Pacto de Corruptos en todos los espacios. No invertimos en ciencia por la misma corrupción.
Los gobiernos anteriores tampoco han sido eficientes en el manejo de la ciencia y tecnología. El vicepresidente anterior, Jafeth Cabrera, un exrector de San Carlos, tampoco impulsó la ciencia guatemalteca, más bien se dedicó a solapar al corrupto presidente Morales. Quien sí hizo algo para el CONCYT fue Eduardo Stein, así como Héctor Centeno, promotor de la renovación más importante de la ciencia y tecnología guatemalteca y refundador de la Universidad del Valle de Guatemala.
Junto a eso, se espera que las universidades nacionales desarrollen ciencia y tecnología, pero lo hacen poco. Realmente las universidades son subsistemas de repetición escolar y no sistemas de investigación e innovación. La Universidad Nacional de Guatemala, San Carlos, apenas invierte 5% de su presupuesto en ciencia y tecnología, esto es 12 millones de Dólares, muy poco; toda vez que mucho de este presupuesto se gasta en salarios y funcionamiento de burócratas y no en proyectos de investigación.
¿Qué se puede hacer ante este panorama tan desalentador? Primero, debemos reconocer el estado calamitoso en el que nos encontramos en materia de investigación científica e innovación tecnológica. Segundo, debemos actualizar la base de datos de los y las investigadoras nacionales, para conocer a detalle qué proyectos de investigación han existido o existen, conocer publicaciones, especialmente aquellas indexadas, corazón de la producción científica. Tercero, debemos crear una nueva estrategia de ciencia y tecnología. Sí, tenemos una, pero mi propuesta es replantear el futuro de la inversión en ciencia y tecnología en términos de Programas Estratégicos.
Un Programa Estratégico identifica un problema social clave (agua, nutrición, energía, vivienda, por ejemplo) y ubica fondos para el entendimiento científico del problema, revisión del trabajo nacional e internacional del estado del arte, bases de datos de quienes conocen y han publicado en el tema, junto con el inventario de nuestras capacidades de laboratorios existentes. Estos Programas deben ubicarse en universidades clave, con alianzas internacionales estratégicas. El plan macro debe pensarse al 2050 y llevarlo de a poco a la acción, 2024-2030, con revisiones anuales estratégica. Esto es posible y existen ejemplos ya en diferentes universidades nacionales de la viabilidad de esta estrategia.
Para esto debemos ser estratégicos. Estrategia significa hacer selecciones de lo que se va a hacer y de lo que no se va a hacer. No se puede hacer todo y de todo y para todos. Hacer de todo significa no ser estratégico y en el fondo es hacer nada. Eso sólo se podrá hacer con un gobierno honesto, con un vicepresidente que sepa de ciencia y de tecnología, con un equipo multi- universitario que quiera transformar la ciencia y la tecnología guatemalteca.