Cuando abordamos de fondo los temas educativos, estos dejan ver la serie de limitantes económicas, sociales, físicas y psicológicas de la población escolar, así como también la escasa preparación académica del sector docente, lo cual da un resultado negativo en la formación cultural de los educandos.
La implementación del aprendizaje enfrenta desafíos significativos, especialmente en la relación jerárquica tradicional entre maestros y alumnos; cuando los maestros no permiten que sus ideas sean cuestionadas o debatidas perpetuando una dinámica anticuada, se limita el desarrollo del pensamiento crítico y también desanima a los estudiantes a involucrarse plenamente en el proceso educativo en el que se ven como receptores pasivos de información en lugar de ser participantes activos en su propio aprendizaje. Los educadores deben ser abiertos a la idea de que un alumno puede y debe cuestionar las ideas presentadas, incluidas las de los propios maestros.
Sería interesante que las autoridades educativas en Guatemala proyectaran formalmente la idea que busque identificar los talentos dominantes y no dominantes de los alumnos a efecto de guiarlos para el mejor uso de sus fortalezas y debilidades, pues quien mejor que el maestro, profesor o catedrático tiene un conocimiento directo sobre las habilidades y limitaciones de sus alumnos.
Considero que, tendría un valor incalculable la inversión de tiempo y energía de los maestros para identificar y potenciar al máximo los talentos natos y los aprendidos de sus alumnos, sin que ello represente una presión para ser buenos en todo; el interés primordial será el de fomentar un espacio donde cada estudiante pueda descubrir y desarrollar sus aptitudes como fortalezas únicas.
De esa forma, en el contexto educativo se desafiaría el paradigma tradicional que nos enseñaron desde la niñez, consistente en que hay que trabajar en las debilidades hasta que se conviertan en fortalezas; lo anterior no significa abandonar el aprendizaje integral, pues el objetivo que se persigue es orientar la enseñanza hacia un modelo que valore y promueva las fortalezas individuales.
Los alumnos que en forma individual han sido guiados desde temprana edad para identificar sus talentos dominantes y han tenido las herramientas y oportunidades para desarrollarlos al máximo, se han sentido motivados porque lo que aprenden se alinea con sus habilidades naturales; y los maestros que, luego de enseñar a una masa homogénea, le dan cierto tiempo a nutrir los talentos estudiantiles individuales contribuyen de forma importante en el desarrollo individual de sus alumnos.
Este tipo de actividad hace de los estudiantes personas más competentes, felices y seguras de sí mismos; ya que, cuando realizan algo que aman, se vuelven más productivos, innovadores y creativos; lo anterior se traduce en una educación que no se centra únicamente en la memorización de contenidos, también en la creación de experiencias significativas que los convierten en capaces para enfrentar su realidad en el mundo.
Concebir que la verdadera transformación educativa para que los alumnos sean competitivos, es necesario para ello, ayudarlos a crecer como personas cuya base sea encontrar y desarrollar sus talentos, entendiendo que el éxito no se basa en ser buenos en todo, pero sí, magníficos en lo que ya demuestran ser buenos.
Es crucial redefinir el éxito para los estudiantes, enseñándoles que este no se limita únicamente a la acumulación de riqueza o un alto puesto en la jerarquía corporativa. Se cree que el éxito lleva a la felicidad, cuando en realidad es al revés. El éxito proporciona un bienestar temporal, pero es la felicidad la que realmente impulsa el logro de nuestras metas a largo plazo.