Fernando Mollinedo

mocajofer@gmail.com

Guatemalteco, Maestro de educación primaria, Profesor de segunda enseñanza, Periodista miembro de la Asociación de Periodistas de Guatemala, realizó estudios de leyes en la Universidad de San Carlos de Guatemala y de Historia en la Universidad Francisco Marroquín; columnista de Diario La Hora durante 26 años, aborda en sus temas aspectos históricos, educativos y de seguridad ciudadana. Su trabajo se distingue por manejar la palabra sencilla y coloquial, dando al lector la oportunidad de comprender de modo sencillo el universo que nos rodea. Analiza los difíciles problemas del país, con un criterio otorgado por su larga trayectoria.

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La “Ley de Hierro” de la oligarquía es una teoría política desarrollada por el sociólogo italiano Robert Michels en su libro denominado “Los partidos políticos” publicado en 1911. La Ley de Hierro de la oligarquía establece que todas las formas de organización sea autocracia o democracia, independientemente de cuán democráticas puedan ser al principio, eventual e inevitablemente desarrollarán tendencias oligárquicas, es decir, que siempre gobernará una minoría haciendo así práctica y teóricamente imposible la verdadera democracia.

Aristóteles fue el pionero en el uso del término oligarquía como sinónimo de dominio por los ricos, es considerar el régimen oligárquico como una forma de Estado dominada por pocos o por ricos; existen cuatro sinónimos de oligarquía: Grupo selecto de personas que ejercen el poder: Camarilla, Círculo, Cogollo, y Minoría; para los cuales otro término comúnmente utilizado es el de plutocracia. En pocas palabras: oligarquía significa que toda organización, por democrática que sea, tenderá a ser dominada por una minoría.

La Historia nos demuestra que la oligarquía es parte intrínseca de la burocracia a gran escala, a lo cual el hombre moderno se encuentra con un dilema sin solución: no puede tener grandes instituciones tales como Estados, gremios, partidos políticos e iglesias entre otros sin ceder el poder real o efectivo a los pocos que ocupan los cargos superiores de esas instituciones.

Lo anterior fue la natural consecuencia al estar en pleno apogeo los regímenes abiertamente totalitarios como el nazismo, fascismo, comunismo, socialismo y otros de similar formación contrarios por definición a la democracia.

En la obra “Teoría de la democracia” del investigador italiano en el campo de la ciencia política Giovanni Sartori se afirma que, en los últimos veinticinco siglos de Historia, la democracia ha caído en varias ocasiones en el olvido y hasta en el descrédito; el desencanto democrático proviene porque, supusieron de manera errónea que con la instauración de la democracia se resolverían en automático los problemas sociales, pero se sigue esperando la justicia social y la plena vigencia de los derechos humanos.

La consideración que, los partidos políticos son cuevas de ladrones, farsantes y simuladores que solo ven por sus intereses como camarillas o gavillas a través de las cuales controlan a sus partidarios, es en buena medida, una realidad inocultable, contrario a lo que se ha denominado “sociedad civil” cuya naturaleza para los efectos políticos son objeto de críticas y considerados como grupos de presión.

Las luchas de la “democracia” contra la “aristocracia” han sido las confrontaciones entre las viejas minorías que defendían su predominio y las nuevas y ambiciosas minorías que intentaban suplantarlas en el poder, sea fundiéndose con sus predecesoras o destronándolas. Dicha circunstancia en Guatemala se establece en la existencia de los tres grupos económicamente dominantes.

El primero conformado por los industriales, agroexportadores y comerciantes representados por el CACIF; el segundo grupo se conforma con los “herederos” de la rancia oligarquía representados por las familias de “abolengo” anteriormente llamados “conservadores” quienes han mantenido el poder político, y en el tercer grupo encontramos a los verdaderos ricos o sea los dueños del país, que no viven en Guatemala y manejan sus negocios a través de empresas multinacionales. No debemos olvidar que la verdadera democracia exige mecanismos de control ciudadano sobre el gobernante y, ante todo, requiere de justicia.

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