Uno de los temas más recurrentes en la vida diaria es el equilibrio de las actividades entre el trabajo y la familia, pues la insatisfacción constante de no tener tiempo para atender al grupo familiar puede llegar a convertirse en uno de los motivos para desembocar en el divorcio o el alejamiento de los hijos.
Cuando se dedica mucho tiempo a la oficina o al trabajo se experimenta un sentimiento de culpa por el descuido de los seres queridos y por otro lado cuando se está mucho tiempo en casa, los pendientes laborales ocupan la mente y preocupan, por lo que es saludable tomar medidas para lograr una estabilidad emocional en la vida.
Entender la importancia de los eventos en función de los requerimientos de la familia es necesario para quienes tienen un trabajo que demanda mucho tiempo fuera de casa, puesto que una actividad deportiva escolar es para la familia tan importante que, aunque parecería trivial ante el cumplimiento de obligaciones laborales; por eso la comunicación es fundamental para valorar debidamente la convivencia con la pareja y los hijos.
Es posible negociar la función y tiempo del proveedor para encontrar un nivel más equitativo y de comprensión mutua. Para ello hay que identificar las prioridades y poner límites al trabajo, buscar la eficiencia y en todo caso, si es posible, delegar funciones para no comprometernos con demasiados proyectos que nos quiten el tiempo de relación familiar.
Sí fuera posible determinar los horarios de trabajo para desconectarse de la telefonía móvil o cualquier otro medio de comunicación tecnológico, sería una buena medida para evitar la distracción con llamadas o mensajes de trabajo cuando nos encontramos en compañía de la familia. Para algunos hogares el “trabajo en casa” ha sido un factor positivo que proporciona la oportunidad de estar presentes y tener el control del hogar y la resolución de problemas cotidianos.
El equilibrio entre familia y trabajo es difícil, pero es básico para tener una plena y feliz relación; esto depende en mayor grado en la clase de trabajo que se tenga y los turnos o viajes que haya que realizar, porque una buena relación con los seres queridos nos hace más productivos.
Y en el plano interno de la familia, causa alarma que los niños de hoy pasan de dos a cuatro horas en pantallas; lo cual es un tiempo similar al que permanecen en la escuela; lo que se ha convertido en una importante fuente de tensión en la relación entre padres e hijos pues en términos más generales, los padres tienen un sentimiento de pérdida de autoridad a medida que los modelos de transmisión de conocimientos cambian con la tecnología digital; los adolescentes se muestran más competentes que sus padres en el uso de aparatos virtuales.
Los efectos nocivos de las pantallas están documentados: pérdida de sueño, sobrepeso, miopía, dificultad de concentración, mal rendimiento escolar y conductas agresivas en las relaciones interpersonales entre otros. Al sentirse observados en su espacio privado, los adolescentes adoptan diferentes estrategias para evitar que se descubra lo que están viendo, lo cual establece o crea una relación de desconfianza y en última instancia, afecta la relación entre padres e hijos.
Se debe regular las normas aplicables a los miembros de la familia, por ejemplo: prohibir el uso de pantallas en la mesa del comedor o en el dormitorio y la limitación de los tiempos de conexión adaptados a cada edad. Poner en marcha estas medidas educativas es una de tantas formas de promover el bienestar familiar.