Fernando Mollinedo C.
Inicio el presente artículo con la explicación de lo que significa la palabra escándalo, la cual deriva del latín y éste a su vez del griego σκάνδαλον skándalon; que significa piedra con que se tropieza; es el acto o dicho considerados inmorales o condenables y que causan indignación y gran impacto públicos.
El escándalo surge, aparece furtivo, detona reacciones y sorpresas cuando se conoce; pero empieza a transformarse al estilo del coronavirus e impacta en varias direcciones de donde pueden surgir nuevas versiones del escándalo mismo, ya sea quitándole o agregándole elementos que, al ser del conocimiento público llaman la atención del entorno local, nacional e internacional haciendo más complicada su justificación e incluso su desaparición del escenario político.
La Historia de Guatemala nos muestra el desenvolvimiento y la proyección económico, social y cultural provocada por los escándalos del pasado y del presente en que se ven envueltos los políticos de la supuesta oposición, empresarios, políticos de los grupos que ejercen gobierno, gobernantes municipales, gobernadores departamentales, diputados, ministros y presidentes y ex presidentes de la República.
Sus excesos les ganaron la atención del público nacional e internacional, porque ante el lujo y las bondades que proporciona el erario nacional gastado al gusto de los gobernantes de turno, la admiración, asco y repugnancia hacia ellos como personas se vuelve un común denominador por los actos de corrupción que ejercen con la mayor desfachatez sin que haya autoridades que les pongan un alto. El pueblo y la opinión pública los ubica como personas dignas del rechazo social y los cataloga como miembros prominentes del lumpen ético y moral de la sociedad.
La población “de a pie” que es la que sale a sus trabajos para buscar el pan diario, se dio cuenta en el proceso electoral pasado que las promesas de los actuales gobernantes y la esperanza de una vida mejor, se diluyen al observar como cada día su vida personal empeora con un destino al que no desean llegar: o sea, ingresar a ser miembro permanente del sector de la pobreza extrema.
Uno de los varios resultados de los escándalos de los funcionarios públicos, es que corroen de manera absoluta su credibilidad y da paso a la desconfianza social que en ellos pudiera haberse tenido; por lo tanto, junto a su ascendencia se convierten en acreedores de los epítetos más gruesos y vulgares que la sociedad les pueda atribuir por su desempeño y conductas indecentes e inmorales.
Los asesinatos de periodistas, líderes comunitarios, defensores de los derechos humanos, campesinos, obreros y políticos de “oposición” ha hecho que la sociedad ante la estulticia e indiferencia de las autoridades judiciales haya logrado unir a los diferentes gremios en su defensa. Sin embargo, los jefes de información de los diferentes entes gubernamentales piden a los periodistas que cubren sus fuentes que no pregunten, que se queden callados y que publiquen únicamente lo que ellos les dictan, aunque sólo ellos, los funcionarios, se crean lo que publican.
De no ser por la prensa independiente que publica los escándalos de los funcionarios, la población no estaría enterada del manejo de los negocios públicos y de los actos de corrupción en los distintos organismos del Estado. Valdría la pena que alguien publicara la lista de los diferentes escándalos de los gobernantes para que la población se diera cuenta de forma retroactiva y presente de la clase de personas que se han elegido para guiar al país en sus diferentes épocas.
Nepotismo, el poder de los amantes hombres y mujeres, pago de facturas electorales, sumisión a los intereses de países desarrollados, venta de la soberanía nacional, uso de instituciones para represión social, sobornos nacionales e internacionales, apropiación de bienes nacionales y muchas más acciones que le han restado su poder al Estado.