Fernando Mollinedo C.
Como una referencia histórica, debe ser recordado el 2 de octubre de mil novecientos sesenta y ocho; día en el que, durante un mitin realizado por estudiantes universitarios en la Plaza de las Tres Culturas en el Distrito Federal de México con una afluencia de diez mil personas, el ejército mexicano puso en marcha un plan para capturar a los dirigentes del movimiento estudiantil denominado CNH (Consejo Nacional de Huelga).
Dicho Consejo estuvo integrado por estudiantes de setenta universidades y Escuelas Preparatorias entre ellas, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), del Instituto Politécnico Nacional (IPN), el Colegio de México, la Escuela de Agricultura de Chapingo, la Universidad Iberoamericana, Universidad La Salle, Escuela Normal de Maestros, Escuela Nacional de Antropología e Historia y otras universidades del interior del país.
Alrededor de las seis de la tarde, cuando estaba por finalizar la concentración, dos helicópteros, uno de la policía y otro del ejército sobrevoló la zona y lanzaron luces de bengalas que, eran las señas para que los francotiradores del ejército principiaran a disparar a los dirigentes estudiantiles que estaban aún en la tribuna.
Ante la confusión por los primeros disparos efectuados por soldados que se encontraban en el campanario de una iglesia y balcones de los edificios vecinos; los dirigentes se confundieron con los asistentes y los soldados francotiradores del Batallón Olimpia del Estado Mayor Presidencial dispararon de forma indiscriminada contra los miles de estudiantes, profesores, obreros, amas de casa, con un resultado fatal de más de trescientos muertos, cuyos cadáveres fueron evacuados primero en ambulancias y luego en camiones militares.
El presidente de ese entonces fue el señor Gustavo Díaz Ordaz y el Secretario de Gobernación el señor Luis Echeverría (posteriormente electo presidente de la República mexicana) quienes jurídicamente fueron responsables de esa masacre indiscriminada. Las demandas del sector estudiantil se centraron en la libertad de los presos políticos, activistas estudiantiles y dirigentes sindicales de los ferrocarriles y del magisterio.
A partir de ese entonces, el gobierno mexicano prescindió de los servicios del cuerpo élite de la policía llamados Los Granaderos, y desplegó una brutal operación utilizando exclusivamente al ejército para consolidar la disolución del movimiento estudiantil cercando y tomando por asalto las instalaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México, del Instituto Politécnico y otras más.
Lo anterior dio origen a la “guerra fría” contra estudiantes, campesinos, indígenas, sindicalistas y ferrocarrileros, dándose de hecho la militarización hasta los años ochenta, dándose después una apertura social de corrupción e impunidad del sistema neoliberal aprovechado por los cárteles de las drogas. La oficina de la CIA en el Distrito Federal produjo informes sobre el desarrollo de las actividades dentro de la comunidad universitaria y del gobierno mexicano. En diciembre de dos mil ocho, el Senado mexicano nombró el dos de octubre como día nacional de duelo.
Las reacciones internacionales ante la masacre fueron diversas, intelectuales y premios Nobel urgieron al gobierno mexicano a que suspendiera la represión y reasumiera el diálogo para no destruir para siempre la imagen del país de Hidalgo, Juárez y de la Revolución, de la cual se decían herederos.
¿Habrá similitudes con las conductas de los gobernantes guatemaltecos?