Fernando Mollinedo C.

Muchas personas piensan en la peligrosidad en que estamos viviendo, no sólo en el aspecto delincuencia en todas sus manifestaciones, también en lo jurídico, pues los fallos y sentencias que han dictado los jueces en casos paradigmáticos o de suma trascendencia social, pareciera que, sin sustento legal, favorecen de forma directa o encargada a quienes han delinquido.

Entiendo que en Guatemala es muy difícil la tarea de impartir justicia, puesto que para ello es necesario tener en consideración aspectos tan diversos que justifiquen las resoluciones de los jueces, también hay que reconocer que la justicia se ha politizado de tal forma que las “recomendaciones” de los dirigentes de partidos políticos y sus líderes son prácticamente órdenes para los impartidores de justicia.

No es una exageración advertir sobre el enorme riesgo que en estos momentos está viviendo la pseudo democracia guatemalteca, pues no se ha superado, políticamente hablando, que desde los partidos oficiales sus líderes, secretarios, dirigentes que ejercieron el poder decidían por sí mismos o por encargo, quienes debían ser investigados, capturados, encarcelados, enjuiciados y condenados sin pruebas que demostraran su responsabilidad penal (las supuestas pruebas las aportaban o fabricaban los mismos gobernantes).

Eso nada ha cambiado en Guatemala desde hace más de 100 años; recordemos a los gobernantes Estrada Cabrera, Jorge Ubico y Ponce Vaides como ejemplos de la ignominia y desfachatez; pero no sólo ellos, a casi todos los gobernantes se les conocen actitudes arbitrarias, abusivas, prepotentes, injustas, ilegales e irascibles producto de sus escasos conocimientos de educación y valores morales y éticos porque aunque hayan tenido títulos universitarios nunca han dejado de ser lo que son: como dijo el actual mandatario: “hijos de puta” que son recordados con esos epítetos.

El pasado no ha sido superado, a pesar de tener muchos avances de la ciencia para educarse, aunque sea de forma autodidacta, sin embargo, “la que es, vuelve y no deja de serlo” aunque algunas universidades nacionales e internacionales tipo Corn Flakes les otorguen Doctorados en diferentes disciplinas, Maestrías, o “Doctorados Honoris Causa”.

Produce ASCO ver las imágenes de los gobernantes que utilizan los vehículos oficiales para servicio de sus familiares, de sus amantes masculinos o femeninos y para sus viajes idílicos de placer, o bien, cuando dilapidan el dinero del pueblo para satisfacer sus necesidades y traumas sexuales en las “casas de comprensión y cariño” o tan sólo para ir a tomar una evangélica “sopa de cebolla” en nombre del Señor.

Sin duda alguna, de nada sirve vivir en el SIGLO 21 con tanta tecnología al alcance de la población cuando los gobernantes siguen actuando al estilo tiránico, huevéandose todo lo que pueden como si tuvieran mucho tiempo de vida para gastárselo o llevárselo en su ataúd. O, en todo caso, para hacer transacciones ilegales para comprar votos en las elecciones de instituciones autónomas, semiautónomas y descentralizadas. ¿Qué se puede hacer para que el pueblo responda?

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