Fernando Mollinedo C.
Los tontos útiles son aquellas personas imprescindibles en cualquier gobierno, instituciones estatales, empresas, entidades políticas, asociaciones, clubes deportivos y sociales, son las figuras públicas que reciben cual pararrayos las críticas y comentarios negativos para proteger a sus jefes; pero que, después de algun tiempo pasan a formar parte de la categoría de desechables.
Esos tontos útiles por tener una autoestima muy baja son fácilmente manipulables y cuando se les confiere alguna autoridad o poder, comienzan a sentirse el centro del universo y a predicar que ocupan el puesto o empleo por sus habilidades o conocimiento y se convierten en engreídos, presumidos, fatuos y hasta déspotas con los empleados bajo sus órdenes.
Sus jefes alimentan su ego porque les son imprescindibles para sus diversos intereses y objetivos, les hacen creer que su trabajo es excelente y que si reciben críticas es porque les envidian su posición; estos tontos útiles van perdiendo poco a poco la vergüenza, el honor y estima por sí mismos y son capaces de hacer lo que sea por quedar bien con sus amos: mienten, se arrastran, se contradicen, hacen gustosos lo que se les pida porque ya probaron lo que se siente el ser importante.
En el inventario de todos los gobiernos guatemaltecos siempre hubo, hay y habrá tontos útiles a quienes no les importa llevar su honra y reputación al sótano del criterio público, porque se sienten recompensados con la amistad y reconocimiento de sus amos y señores quienes les encomiendan tareas infames para recibir el lodo que no es su responsabilidad jerárquica y suponen que serán sostenidos pese a su incapacidad e ineptitud.
La Historia de Guatemala, aunque sea interpretada desde un punto de vista liberal o conservador muestra la infinidad de tontos útiles que han pululado en la vida política administrativa del país, unos se quemaron mientras que otros son recordados por su miasma y servilismo; también hay quienes considerando que hicieron un papel relevante positivo para el país, tratan de reintegrarse a las actividades políticas con el mayor cinismo y descaro posible.
Quienes fungen hoy como tontos útiles deben darse cuenta de que están ahí porque hoy le sirven al gobierno, porque según ellos, manejan un sentimiento de fidelidad y lealtad hacia sus jefes inmediatos, pero no se dan cuenta que es un sometimiento y que serán los primeros reemplazados en el siguiente equipo de gobierno.
Para ejemplos de esta clase de empleados y funcionarios públicos, y también de la iniciativa privada, la sociedad guatemalteca tiene miles de anécdotas y relatos verídicos, algunos de ellos elevados por el imaginario popular como leyendas.
La población guatemalteca siempre ha lidiado con gobiernos omisos, fuerzas militares y policiales hostiles, carencia de recursos, inexistencia de protocolos, parsimoniosa burocracia, desinterés permanente, clima de amenazas y en muchos casos la complicidad de un grupo de la prensa al callar las dimensiones de la realidad. El otro grupo del periodismo, el no comprometido lo ha visibilizado y por ello sufre represión y judicialización de su trabajo.