“Para el pecador siempre hay esperanza de redención; para el corrupto, en cambio, es mucho más difícil. Su hipocresía, sus ficciones convertidas en hábito, son como un grueso ‘muro di goma’ detrás del que se resguarda de la voz de la conciencia”. –Papa Francisco
En un comunicado de prensa, el subsecretario de Asuntos del hemisferio Occidental de Estados Unidos, Brian Nichols, manifiesta que: “Las acciones del Ministerio Público (MP) contra el Tribunal Supremo Electoral (TSE) son una afrenta a la democracia. Estados Unidos promoverá la rendición de cuentas a quienes traten de impedir la transición pacífica a la administración del presidente electo Bernardo Arévalo”. Daniel Hearing, reconocido analista político, nos hace el favor de traducir este mensaje en sus redes sociales; en especial a lo que a “promover la rendición de cuentas” confiere. Dice Hearing: “Se la van a dejar ir a todos aquellos que directa o indirectamente, por acción u omisión colaboran en el intento de golpe de Estado. Golpe: Acciones orientadas a impedir que Bernardo Arévalo sea investido como presidente”. Al parecer, al vaso ya no le caben más gotas y, ¡se rebalsó!
La historia debiese de ser suficiente para comprender que cuando el norte estornuda, en la región centroamericana nos da pulmonía. Su prolongada apatía confundió a algunos, que vieron en su distanciamiento y laxa actuación desde la expulsión de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), la oportunidad de operar a su gusto y antojo en total impunidad. La batalla ganada en contra de la CICIG, cuyo más importante donante era el gobierno de los Estados Unidos, empoderó a una poderosa minoría para seguir adelante con el sistema de cooptación del Estado. El miedo se disipó y se crearon las bases para asegurar que la experiencia vivida con CICIG jamás se repetiría. Sin embargo, este andamiaje, en el que se pone al servicio de unos cuantos al Estado y en especial al aparato de Justicia, acarrea consigo peligros para sus propulsores y financistas. En un país sin Ley todos pierden; es solo cuestión de tiempo para que la ingobernabilidad cobre su factura, pues doblega a todos, sin excepción, al poder de turno. Jimmy Morales desató a la bestia de la corrupción, la cual se cimentó de manera nunca antes vista con el desgobierno de Alejando Giammattei. Con este, las mafias perdieron el pudor y las formas cooptando todos los espacios y asegurándose total impunidad con el apoyo de Cortes confeccionadas a la medida.
La ruta estaba trazada; la continuidad del sistema, asegurada, y llegaría al poder otro más de un pacto histórico que mantendría la cooptación del Estado intacta. Al ungido, o para este caso, las ungidas, se les había allanado el camino con la eliminación de opciones incómodas para el “establishment”. Este es un reciclado de gobiernos al que los guatemaltecos nos habíamos acostumbrado, sucumbiendo a la resignación de que un cambio real era imposible. Más de treinta años de “democracia” son prueba fehaciente de que las cartas siempre habían estado echadas en favor de los “próceres” del sistema que reemplazó a años de dictaduras militares. Al igual que para la mayoría de los guatemaltecos, el poderoso vecino del norte capitalizó y se resignó a trabajar con lo que le tocara de esta casta. –Recordemos la famosa frase de estos al referirse a Anastasio Somoza: “Sí, es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”–. Sin embargo, esta vez los planes salieron mal para “los mismos”. Por razones que aún son difíciles de explicar hasta para los más conocedores, en las elecciones se coló una opción totalmente inesperada para el pacto de la impunidad; opción que promete ser una posibilidad real de cambio.
Como bien dice el Papa Francisco cuando se refiere al “corrupto” y cómo este vive su hipocresía y convierte sus ficciones en hábito para resguardarse de la voz de la conciencia, su retórica ya no es sostenible. Detrás de un falso nacionalismo y apelando a una soberanía a conveniencia, cada día “los mismos” pierden adeptos que no están dispuestos a sobrepasar el punto de no retorno. La indiferencia dejó de ser una opción y la ruptura del orden constitucional obliga a la mayoría, independientemente de su tendencia ideológica, a ponerse del lado correcto de la historia. El norte va a capitalizar la coyuntura que abre las puertas a un cambio real y llegarán al igual que el MP y sus aliados, hasta las últimas consecuencias. Ya lo dijo alto y claro el subsecretario Nichols: “Estados Unidos promoverá la rendición de cuentas a quienes traten de impedir la transición pacífica a la administración del presidente electo Bernardo Arévalo”.
Una abrumadora mayoría saldrá en defensa de la democracia y contará con el apoyo de la comunidad internacional. Las máscaras caen y poco a poco los protagonistas de este caos quedan expuestos con nombre y apellido. Mi vaticinio es que con la centena de visas que ya fueron canceladas, se tocará a más de algún intocable que será el catalizador del cese del apoyo a las atrocidades del MP. Y el volumen seguirá subiendo y esto forzará a los integrantes del pacto de la impunidad a las inevitables traiciones. Se sacrificará a unos para salvar a otros. Los dispensables, ¿serán conscientes de su situación?