Démosle paso a la democracia con el fin de salvar nuestra agonizante República. Apoyemos la decisión del pueblo y sumemos en vez de restar a este que es el principio del fin de un sistema que ya caducó.
Para cuando escriba la próxima columna, habrá guatemaltecos que hayan escogido salvar nuestra frágil democracia y agonizante república, o habrá quienes hayan extendido por cuatro años más un sistema insostenible al que la fecha de caducidad le llegó hace mucho tiempo. Porque eso es lo único que está en juego en la importantísima decisión que estamos a punto de hacer: perpetuamos el putrefacto sistema que nos gobierna o empezamos a recorrer la ruta del cambio en la que respetamos la democracia y salvamos la República. La mayoría de guatemaltecos son conscientes de que no podemos continuar como estamos. Los últimos dos gobiernos –el del comediante y aprendiz de dictador Jimmy Morales y el del oscuro Alejandro Giammattei– arrasaron con la poca institucionalidad que cuatro años de “democracia” nos confirieron; logrando la cooptación total de los tres poderes del Estado.
Estos últimos gobernantes dieron rienda suelta a una clase política cimentada en la corrupción con total impunidad. Los tres poderes del Estado hoy en día están al servicio de las mafias. No existe otra manera de describir nuestra “República”, sino como una corrupta cleptocracia de carácter autocrático con fachada de democracia. Quien se atreva a argumentar lo contrario, o es protagonista de la cooptación total del Estado, cómplice del sistema, residente de una burbuja al que esta condición le beneficia o simplemente es un espectador que busca sobrevivir a pesar de todo y quien está convencido de que su condición es perpetua. Pero mucha rienda suelta no es sostenible, y quienes en alguna oportunidad dictaminaban cuánta rienda se le permitía a la clase política y cuándo había que recortarla, empiezan hoy a ver con miedo al monstruo que ellos mismos crearon. Su contrapeso cada día es más liviano ante el desmesurado poder del narcotráfico y los capitales emergentes surgidos del sistema que nos ha gobernado en los últimos años. Vale la pena interpretar el silencio de las fuerzas castrenses, que, hasta el sol de hoy, mantienen una posición de observancia neutral. Si entregamos nuestra democracia todos perdemos; eso sí, menos quienes de la condición existente se benefician. Pero aún se rescatan varios con mucho que perder y una mayoría que lo ha perdido todo; estos han sabido ponerse hoy del lado correcto de la historia y serán quienes rescaten lo que nos queda de país. Pero también hay una minoría bulliciosa –esbirros extremistas y oportunistas que no conocen más que las ya desgastadas guerras ideológicas que tanto daño nos han causado como sociedad–, que defenderá hasta las últimas consecuencias la continuidad del sistema. Estos no sabrán separar entre lo que debiese ser una contienda electoral y lo que es una contienda por la democracia. Sandra Torres no es una opción.
El Movimiento Semilla es la única opción en este que promete ser el punto de partida de un cambio real para el país. Mi vaticinio es que sin la mano peluda del sistema alterando los resultados, Bernardo Arévalo se convertirá en el próximo presidente de Guatemala. Me temo que será una victoria arrasadora, que debiese sellar de una vez por todas los burdos y descarados intentos de salvar al agonizante sistema. Y así como el Movimiento Semilla llegará con el abrumador apoyo de un pueblo que está dispuesto a acompañarlo en la difícil tarea de gobernar en aguas hostiles, así estará dispuesto para exigir la debida rendición de cuentas. Con la llegada de Bernardo Arévalo a la más alta magistratura del Estado, llegará por fin el poder a las manos del pueblo; uno que hasta ahora había estado en silencio sin una clara idea del poder que tiene. Las mafias a las que nos habíamos acostumbrado tienen los días contados, y aunque su última carta les rinda frutos y logren que Arévalo no llegue al poder, tendrán que enfrentarse a una ciudadanía despierta que ya saboreó la esperanza. Ya sea el 20 de agosto del 2023 o dentro de cuatro años, ¡el cambio ya empezó! No permitamos que los temores de una minoría corrupta, que está conformada por todos y cada uno de los sectores de la sociedad, nos haga perder el foco. No permitamos que se nos engañe con la nueva versión de Sandra Torres; su pasado no solo es del conocimiento de todos sino que gracias a las nuevas tecnologías se puede revisitar, aunque ella y sus nuevos fans con el mayor cinismo lo intenten ocultar. No dejemos que se tergiverse la imagen de Bernardo Arévalo y la de su compañera de fórmula Karin Herrera, personas íntegras, capaces y solventes, con tal de exaltar la imagen de la encarnación del sistema y del más nefasto aspirante a la vicepresidencia. Sepamos discernir y entender lo que está por suceder. Démosle paso a la democracia con el fin de salvar nuestra agonizante República. ¡Apoyemos la decisión del pueblo y sumemos en vez de restar a este que es el principio del fin de un sistema que ya caducó!