Estuardo Porras Zadik

Empresario y columnista guatemalteco que sueña y lucha por un mejor país para todos.

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La segunda vuelta se llevará a cabo el 20 de agosto y, a como dé lugar, intentarán que el balotaje se lleve a cabo sin incluir al incómodo Bernardo Arévalo.

Todo lo que pueda decirse de Bernardo Arévalo existe en el imaginario de sus detractores y de sus más fervientes seguidores. Bernardo no es el expresidente Dr. Juan José Arévalo; aunque para bien o para mal, su herencia debiese de dar indicios de lo que podría ser como presidente. Para unos, heredero del mejor presidente que la historia guatemalteca ha conocido; para otros de corte extremista, el estandarte del comunismo. Sin temor a equivocarme, los inesperados resultados que dan paso al Movimiento Semilla para disputar la más alta magistratura del Estado en contra de Sandra Torres llenaron de esperanza a una buena parte de la población guatemalteca, pero de igual manera despertaron los fantasmas y las peores pesadillas de una poderosa minoría acostumbrada a regir los desenlaces electorales. Esta minoría es capaz de llegar hasta las últimas consecuencias con tal de no permitir el cambio que altere las condiciones en las que han invertido históricamente.

La estructura de los defensores del sistema ha cambiado con el paso del tiempo y ahora, capitales emergentes que se han beneficiado en los últimos años por el patrocino de políticos y su cercanía a los gobiernos de turno y el narco se suman a sus filas. Arévalo, al contrario de Manuel Conde, Zury Ríos, Edmond Mulet y la puntera Sandra Torres, no forma parte de esta clase política servil, corrupta y cómplice de la cooptación del Estado; por ello lo consideran muy difícil de someter. David se enfrenta a Goliat en una batalla que definirá el futuro de Guatemala. El sistema se va contra la reserva moral del país y si gana, ¡perderemos todos!

Los defensores del sistema esperaban que a la segunda vuelta llegara alguno de los herederos del legado de la era democrática, preferentemente Zury Ríos y Manuel Conde. Otras opciones aceptables eran cualquier combinación de estos con Edmond Mulet o Sandra Torres. Ya con Roberto Arzú y Carlos Pineda imposibilitados de participar por su frontal crítica al sistema, las cartas estaban echadas. El partido oficial invertiría en las alcaldías y diputaciones intentando llevar en hombros a un insípido candidato, que, de no alcanzar los votos esperados, sería intercambiable por cualquiera de los ungidos por el establishment. En el Congreso tendrían una aplanadora pactada, como hasta ahora lo han demostrado sus alianzas. Sin embargo, no contaban con que el hartazgo de la población convertiría al voto nulo y en blanco en el indiscutible ganador de esta primera vuelta. La campaña de Pineda y de Arzú en favor del voto nulo como una manera de protesta en contra del sistema, le abrió paso a otra forma de protesta: el Movimiento Semilla se convirtió en la única opción viable para el electorado. Nadie los vio venir, pero su llegada es indiscutible.

Ahora hay dos escenarios en juego a los que debemos ponerles mucha atención y que se llevarán a cabo en paralelo y con el mismo objetivo. Primero está la burda resolución de la Corte de Constitucionalidad, que, sin competencia concedió un amparo provisional a los nueve partidos políticos y luego remitió el expediente a la Corte Suprema, acción que –desde mi punto de vista–, parece que solo busca ganar tiempo y crear una cortina de humo. En lo que a la elección presidencial concierne, las inconsistencias serán irrelevantes y el resultado de dicha elección no cambiará significativamente. En el caso de las elecciones municipales podría haber sorpresas. Mientras esto ocurre, oficialmente no habrá candidatos en segunda vuelta. De cumplirse el proceso y los tiempos estipulados en el amparo, Sandra Torres y Bernardo Arévalo serían declarados oficialmente como los candidatos que pasan a la segunda vuelta. No obstante, lo que buscan los defensores del statu quo es declarar ganadores a Sandra Torres y a Manuel Conde. Para ello, la picardía de Manuel Baldizón habría surtido efecto y, como lo hicieron con Carlos Pineda y Roberto Arzú, dejarían fuera del proceso electoral a Bernardo Arévalo.

Los diferentes comunicados de algunos sectores en defensa del proceso democrático no necesariamente apelan al respeto por la elección de Arévalo, sino al del segundo escenario con Conde como contraparte. El objetivo es validar el proceso democrático únicamente si no es con el candidato de Semilla. El fracaso electoral que le dio paso a la esperanzadora posibilidad de un presidente del calibre de Bernardo Arévalo, es el resultado de un fraude electoral fallido. En total coordinación, el sistema se atrinchera y va por la cabeza de la única opción de cambio para los guatemaltecos. El único fraude electoral es en contra del cambio.

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