Emilio Matta

emiliomattasaravia@gmail.com

Esposo y padre. Licenciado en Administración de Empresas de la Universidad Francisco Marroquín, MBA de la Universidad Adolfo Ibáñez de Chile, Certificado en Métodos de Pronósticos por Florida International University. 24 años de trayectoria profesional en las áreas de Operaciones, Logística y Finanzas en empresas industriales, comerciales y de servicios, empresario y columnista en La Hora.

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La balanza cambiaria es el registro estadístico de las transacciones en divisas, que reflejan un pago inmediato, que se realizan en un país a través de los participantes del mercado cambiario en un período determinado (una semana, un mes, un trimestre o un año).  En ese sentido, las compras de divisas reflejan la demanda y las ventas reflejan la oferta.  Se dice que la balanza cambiaria es deficitaria cuando la demanda de divisas (las compras) supera a la oferta (las ventas), y es superavitaria cuando la oferta de divisas supera a la demanda.

En economía, seguir la balanza cambiaria ayuda a entender algunos indicadores económicos, como el tipo de cambio. Cuando tenemos una balanza cambiaria deficitaria, el exceso de demanda de divisas presionará el tipo de cambio al alza, es decir ocurrirá lo que se conoce como devaluación de la divisa. Por el contrario, si la balanza cambiaria es superavitaria, el exceso de oferta de divisas presionará el tipo de cambio a la baja, lo que se conoce apreciación de la divisa.

Desde el 2014 se incrementó sustancialmente el flujo de remesas al país, exacerbándose aún más a partir del 2016, llegando al punto en que el quetzal tuvo una importante apreciación frente al dólar, alcanzando niveles de 7.30 quetzales por 1 dólar en el segundo y tercer trimestre del 2017. Las autoridades del Banguat de esa época hicieron una reforma a la regla existente de participación del banco central para suavizar los picos de oferta y demanda que tiene el mercado cambiario, logrando así poder intervenir discrecionalmente en el mercado cambiario por medio de una metodología llamada “mecanismo de acumulación de reservas monetarias internacionales” y poder así incidir en la tendencia del tipo de cambio, devaluándolo artificialmente.  Esta medida fue aplaudida incluso por algunos autoproclamados “libertarios”, supuestos defensores a del libre mercado.  Inexplicable.

Nadie en Guatemala (salvo los cretinos expresidentes Morales y Giammattei) duda de que las remesas familiares son el principal motor de la economía guatemalteca, aportando veinte mil millones de dólares anuales (un 20% del Producto Interno Bruto), principalmente al consumo de bienes y servicios.  En la época en que el torpe y necio expresidente Giammattei gobernaba, se ufanaba y presumía de los supuestos logros económicos de su régimen, principalmente en cuanto a crecimiento económico e incremento de las reservas monetarias internacionales. Sin embargo, fue más que evidente que ambos, tanto el crecimiento económico como el incremento de las reservas monetarias, estaban fuertemente influenciados por la cantidad de dólares que ingresaban al país producto de las remesas familiares.  De hecho, existe una altísima correlación entre las reservas monetarias internacionales con el incremento en las remesas (superior a 0.95), lo cual evidencia que el “logro” del que tanto alardeó el vanidoso expresidente Giammattei, era de los migrantes.

Ya en 2022, debido al incremento en casi todas las materias primas y en los fletes, derivado principalmente de la guerra de Rusia y Ucrania y de los quiebres en la cadena de suministros provocados por COVID (el paro en China, en realidad) y por la guerra, el valor CIF de las importaciones tuvo incrementos sustanciales, equilibrando la balanza cambiaria (la demanda de dólares) y por ende estabilizando el tipo de cambio en alrededor de 7.80 quetzales por 1 dólar.

Si algo podemos concluir, es que las remesas tienen un impacto favorable en varios indicadores macroeconómicos que ha ayudado a los últimos gobiernos (a presidentes ignorantes, en realidad) en su gestión económica, si es que la tuvieron. A quienes debieron agradecer, con acciones y no con palabras, fue a los migrantes. Ellos (los ahora expresidentes) hicieron todo lo contrario. Una vergüenza.

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