Emilio Matta

emiliomattasaravia@gmail.com

Esposo y padre. Licenciado en Administración de Empresas de la Universidad Francisco Marroquín, MBA de la Universidad Adolfo Ibáñez de Chile, Certificado en Métodos de Pronósticos por Florida International University. 24 años de trayectoria profesional en las áreas de Operaciones, Logística y Finanzas en empresas industriales, comerciales y de servicios, empresario y columnista en La Hora.

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La libertad es la facultad y el derecho de las personas para elegir, con responsabilidad, su propia forma de actuar dentro de una sociedad. Aunque muchos dicen defenderla, pocos, muy pocos entienden lo que esta significa. Columnistas y formadores de opinión en medios de comunicación, impresos y digitales, en redes sociales o cualquier otro medio, viven jactándose de defender la libertad, independientemente de la ideología que puedan profesar; su posición en el espectro ideológico es lo de menos. Lo interesante es que la ablepsia ideológica que padecen les impide comprender el concepto mismo de la libertad.

Conocidos formadores de opinión de ultraderecha, por ejemplo, repiten hasta el cansancio que lucharán a toda costa por la “libertad” y aseguran ser “democráticos”. Dicen defender a capa y espada la libertad económica, que tampoco la comprenden, pues erróneamente creen que la misma equivale únicamente a reducir el tamaño del gobierno y a eliminar los trámites burocráticos. No sólo no soportan a quienes opinan de forma distinta. A los izquierdistas, por ejemplo, independientemente de la corriente que sean, los consideran criminales que deberían estar en la cárcel por pensar de esa forma. Aunque dicen ser “libertarios” y aseguran querer gobiernos democráticos, prefieren gobiernos totalitarios de derecha, conocidos como fascistas.

En el otro lado del espectro se encuentran, también, formadores de opinión de extrema izquierda, quienes también dicen luchar por la “libertad” y coincidentemente aseguran también ser “democráticos”. Aunque defienden un sistema de planificación central que restrinja o anule las libertades individuales, afirman que los gobiernos con los que simpatizan son “democráticos”, al estilo Venezuela o Nicaragua. Estas personas tampoco soportan a quienes opinan de forma distinta a ellos. Consideran el mercado como algo dañino para los “pobres” y, de acuerdo con su forma de pensar, los empresarios son personas perversas que pagan “sueldos de hambre” y que le roban la “plusvalía” de su trabajo a los empleados. Aunque también dicen ser democráticos, en realidad también prefieren gobiernos totalitarios de izquierda. Creen que las únicas opciones honestas son las de izquierda, por muy corruptos que han demostrado ser a lo largo del tiempo en toda la región.

Lo que une a ambos extremos (de derecha y de izquierda) es el fanatismo por sus ideas, la descalificación de quienes no piensan igual (a quienes consideran enemigos) y la preferencia por gobiernos totalitarios, pero que sean de su color.

El concepto de libertad, ese que los extremos nunca han logrado comprender, tiene un componente que se llama responsabilidad, exige que se respeten las creencias políticas y religiosas de las demás personas, es decir, una persona no es criminal por ser empresaria, socialista, libertaria o comunista. Es más, es una responsabilidad de un ciudadano libre respetar las decisiones de las demás personas.

Ser libre conlleva derechos, obligaciones, y sobre todo, la responsabilidad de respetar la libertad de elección del vecino.

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