Emilio Matta

emiliomattasaravia@gmail.com

Esposo y padre. Licenciado en Administración de Empresas de la Universidad Francisco Marroquín, MBA de la Universidad Adolfo Ibáñez de Chile, Certificado en Métodos de Pronósticos por Florida International University. 24 años de trayectoria profesional en las áreas de Operaciones, Logística y Finanzas en empresas industriales, comerciales y de servicios, empresario y columnista en La Hora.

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Emilio Matta Saravia
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Cuando a una persona la anestesian para realizarle un procedimiento médico, entre otras cosas, el paciente pierde la conciencia. Eso, exactamente, es lo que sucede con nosotros en nuestras vidas. Vivimos anestesiados por el trajín del día a día, sin tomar conciencia de que las cosas que debemos cambiar en nuestras vidas para, valga la redundancia, vivir mejor.

En el plano cívico, cada cuatro años vamos a votar por el “menos peor” de más de una veintena de candidatos para la presidencia, por el “menos peor” de un listado de diputados que ni siquiera conocemos, por otro montón de candidatos a alcalde que ven tan lejos como la punta de su nariz, y, peor aún, por diputados a un Parlamento Centroamericano inútil cuyo único fin es blindar con inmunidad al binomio saliente y a quienes consigan su curul. ¡Vivimos anestesiados!

No nos percatamos de que cada cuatro años, un grupo de personas codiciosas, carentes de escrúpulos y valores, compran o se afilian a partidos políticos sin pudor alguno, pagan por obtener los primeros lugares en las casillas para diputado o para lograr una alcaldía, sin importar si es vecino o no de la municipalidad a la que aspiran; simplemente intentan acceder a ese enorme botín llamado Erario para “mamar de sus tetas” sin saciarse jamás, como lo expresó con claridad, cinismo y sin vergüenza alguna, un mal recordado jefe edil. ¡Vivimos anestesiados!

Vemos con total pasmo, cómo un TSE corrupto y servil, inscribe y rechaza candidatos sin rubor alguno, únicamente en base al son que le tocan desde la quinta avenida. Estos mismos magistrados, que han desprestigiado quizás irreversiblemente a una de las últimas instituciones que gozaban de algún prestigio, dicen defender la “soberanía” del país, esa por la que todos alardean luchar, pero ninguno la entiende, en realidad, inscribiendo a un candidato, confeso y condenado por lavado de dinero proveniente del narcotráfico, para luego retractarse con una torpeza cada vez más común en todas las instituciones del Estado. ¡Vivimos anestesiados!

Alcaldes y diputados, una vez electos, compran o alquilan sus empresas constructoras, meten a testaferros o a parientes como sus representantes legales, y venden sus votos al mejor postor, que hoy por hoy es el Ejecutivo por medio del situado constitucional para las municipalidades y del Listado Geográfico de Obras. Se han sabido instrumentalizar ambas asignaciones para su exclusivo beneficio, dejando de lado las necesidades de quienes votaron por ellos. ¡Vivimos anestesiados!

Somos testigos mudos de la forma en la que ahora usan el MP, al igual que lo hacen Maduro en Venezuela y Ortega en Nicaragua, como un instrumento para perseguir a opositores y a personajes incómodos para el gobierno. Con total descaro, fiscales “de facto” deciden a quiénes se persigue, sin importar si dicha persecución es legal o no. ¡Vivimos anestesiados!

Y cada cuatro años repetimos el ciclo. Vamos a votar, se supone que por el “menos peor”, pero no nos detenemos a pensar que con nuestro voto alimentamos este sistema que ya no escupe, sino que vomita corrupción por doquier. No nos damos cuenta de que, aunque quede electo, un presidente que fue vencedor porque una mínima parte del padrón electoral votó por él o ella, carecerá de legitimidad. Y si, encima de todo, salimos a las calles a repudiar un proceso viciado a todas luces y a un vencedor cuya legitimidad está en tela de juicio, tal vez podremos empezar a revertir este círculo vicioso que nos encamina al abismo.

Estimado lector, lo invito a tomar conciencia. ¡Lo invito a que deje de vivir anestesiado!

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