Emilio Matta

emiliomattasaravia@gmail.com

Esposo y padre. Licenciado en Administración de Empresas de la Universidad Francisco Marroquín, MBA de la Universidad Adolfo Ibáñez de Chile, Certificado en Métodos de Pronósticos por Florida International University. 24 años de trayectoria profesional en las áreas de Operaciones, Logística y Finanzas en empresas industriales, comerciales y de servicios, empresario y columnista en La Hora.

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Emilio Matta Saravia
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El día martes los guatemaltecos amanecimos con la noticia de que en el kilómetro 15 de la ruta al Pacífico hubo un hundimiento de 15 a 20 metros de profundidad, presumiblemente producto de un socavamiento del terreno como consecuencia de fugas de agua. En realidad, al momento de escribir estas líneas, aún no se tiene certeza de qué fue lo que provocó el hundimiento, a pesar de que el año pasado ya hubo otro hundimiento a escasos metros del actual. En pocas palabras, es un desastre vial.

La ruta al Pacífico es una de las más importantes de la red vial guatemalteca, no sólo en términos de tránsito particular (cientos de miles de vehículos la transitan diariamente en ambas direcciones para acceder a sus trabajos y colegios), sino también comercial, debido a que es la principal ruta de acceso a la costa sur del país, que tiene algunas de las principales plazas comerciales del país, dentro de las que se incluyen los departamentos de Escuintla, Suchitepéquez, Retalhuleu y las áreas sur de Quetzaltenango (Coatepeque) y San Marcos (Malacatán), así como a Puerto Quetzal, donde ingresan aproximadamente el 60% de las importaciones.

Ante este hundimiento, la respuesta gubernamental ha sido tan lamentable como lo es el estado de la red vial nacional. En primer lugar, teniendo por lo menos dos antecedentes de hundimientos en el lugar (uno en 2011 y otro en 2021), las autoridades gubernamentales y municipales debieron haberse preocupado por solucionar los daños a los drenajes y colectores. Es obvio que no lo hicieron y que tampoco les interesa hacerlo. El Ministro de Comunicaciones se lavó las manos, así como acostumbra su jefe, indicando que además del colector dañado también existe una falla geológica en el lugar. También indicó que se colocaría un puente Bailey, versión rápidamente desmentida por el portavoz del Ejército, quien dio a conocer que actualmente no cuentan con puentes de esa extensión (hablaba de 50 metros de largo). La descoordinación del gobierno de Alejandro Giammattei es obvia, a pesar de todos los autohalagos que con tanta frecuencia se hace.

En segundo lugar, las rutas más importantes del país no cuentan con vías alternas adecuadas, lo que dificulta la movilidad cuando ocurre un percance de esta naturaleza. En este momento de crisis, cuando los precios del petróleo están cerca de alcanzar sus picos históricos, lo único que pueden hacer las autoridades es desviar al tráfico por caminos secundarios, que son más peligrosos, hacia otras rutas principales, ya congestionadas, para que los pilotos consuman muchísimo más combustible, el cual ya está carísimo, por recorrer más kilómetros por más tiempo.

En tercer lugar, es obvia la falta de coordinación de todas las instituciones involucradas. En este momento de crisis donde se necesitaría un líder, el presidente, fiel a su costumbre en las crisis, se esconde de la opinión pública (cuando el chaparrón haya pasado, aparecerá culpando a sus predecesores del hundimiento, es lo único que sabe hacer). Para el mandatario de todos modos este hundimiento no representa un problema, ya que él se mueve muy cómodamente en helicóptero. Por cierto, estos onerosos viajes del presidente los pagamos USTED y yo, estimado lector, con nuestros impuestos. Hace un par de semanas en este mismo espacio indicaba que al presidente NO LE INTERESA su bolsillo, estimado lector. Su actitud actual (la de Giamnattei) se lo demuestra.

La solución de mediano y largo plazo es obvia: un adecuado mantenimiento vial bien fiscalizado y la construcción de una red vial que garantice rutas alternas. En el corto plazo es más compleja, pero pasa por entender hacia dónde se dirige el tráfico, en las horas pico y que rutas disponibles hay en ambos sentidos para desviar la mayor parte del tránsito por la carretera más accesible en un solo sentido. De todas formas, es un chapuz, a lo que ya nos tiene acostumbrados la actual administración.

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