Edith González

hedithgonzalezm@gmail.com

Nací a mediados del siglo XX en la capital, me gradué de maestra y licenciada en educación. He trabajado en la docencia y como promotora cultural, por influencia de mi esposo me gradué de periodista. Escribo desde los años ¨90 temas de la vida diaria. Tengo 2 hijos, me gusta conocer, el pepián, la marimba, y las tradiciones de mi país.

post author

Edith González

Tenía muchos días de estar mal. Un problema en la columna, que le llevó de un médico a otro, pasando por hospitales, pero cuando ya se miraba muy mal, decidimos llevarlo a su casa a descansar, sin un diagnóstico concreto.

Eso había dicho siempre que se tocaba el tema. “Yo quiero morir en mi casa”. Por supuesto que no es fácil para la familia pero sí se cumple una voluntad, se aminora el sentimiento.

Desde que perdimos a Diego Daniel, él se volvió muy callado. A veces lo veía sentado frente a su computadora sin escribir una letra. Me dijo que quería escribir sobre Diego, pero no es fácil cuando se siente tanto dolor y las ideas y las imágenes se agolpan en la cabeza y lo que sobresale son los momentos últimos y más dolorosos, al no poder hacer nada.

El día anterior, le pregunté como siempre si quería ver televisión y para mi sorpresa me dijo que sí, compartimos una serie y hasta realizó comentarios. Luego nos quedamos platicando. Parecía que iba a mejorar, pero en mi interior sabía que no sería así. Hace años me hablaron del “canto del cisne” y he podido comprobar varias veces que es ese momento de lucidez en que entra la persona enferma previo a morir en las próximas horas.

Cuando en el pasado platicábamos sobre el final, me decía que le inquietaba saber qué pasaría con todos sus libros que había acumulado a lo largo de su vida, sus apuntes y siempre sonriendo decía: cómo hacer para legar mi cerebro y todo lo que la vida me ha enseñado, todo lo que he aprendido, para que no sólo mi esfuerzo no se pierda sino alguien lo aproveche.

Bueno quizás parecía una persona común, sin embargo Ricardo Gatica Trejo, fue uno de los primeros reporteros que llegó al frente del conflicto armado en nuestro país para trasladar la información a través de sus notas y fotografías a los lectores de los periódicos, y a los escuchas de las radios donde laboró.

Y para guardar la historia, escribió varios libros sobre acontecimientos dolorosos como el Terremoto del 76, el paso de la Tormenta Stan y otros como la visita del Papa a Guatemala y El Santo de la Campanilla.

Sus reportajes, le llevaron a recorrer el país, conocía caminos y veredas de lugares lejanos y contaba anécdotas de situaciones vividas. Especialmente de su paso por los Bomberos Municipales, donde laboró desde muy joven y aprendió a ayudar a las personas en situaciones difíciles.

Durante muchos años disfrutó de la Feria de Jocotenango en compañía de sus hijos, jugando lotería, disparando a la bombilla o viendo correr al hámster. Siempre manifestó su devoción por la Virgen y fue precisamente el 15 de agosto del año pasado cuando él partió. Dejando un legado de conocimientos, en sus estudiantes de la Universidad Panamericana y del COSEDE con quienes compartió directamente sus experiencias.

Creo que finalmente pudo decir «Vida estamos en Paz».

Artículo anteriorPara llegar a ser escritor
Artículo siguiente¿Qué tan creíbles son las palabras de Giammattei a Almagro?