Edith González

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Nací a mediados del siglo XX en la capital, me gradué de maestra y licenciada en educación. He trabajado en la docencia y como promotora cultural, por influencia de mi esposo me gradué de periodista. Escribo desde los años ¨90 temas de la vida diaria. Tengo 2 hijos, me gusta conocer, el pepián, la marimba, y las tradiciones de mi país.

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Edith González

Hace pocos días mi hijo Andrés Alejandro me recordó que mientras crecía junto a su hermano Diego Daniel con mucha frecuencia les repetía que el mundo no es un lugar equitativo, muchas personas tienen mucho: amor, dinero, tiempo, amigos, ropa, comida… y no lo aprovechan mientras otras con poco o casi nada hacen maravillas. Igualmente les decía que la vida no era justa, que la justicia realmente no existía, pues lo que es para ti no lo es para mí, de acuerdo a mis creencias, necesidades, expectativas.

Muchas veces vimos y supimos de personas que desperdiciaban la comida, porque: eso no les gustó, o ya no lo quiero. Y el plato directamente a la basura donde otras personas buscarían algo para calmar su hambre.

Ahora me entero que el Reino Unido dice adiós a las fechas de caducidad de los alimentos, en el supermercado, y por supuesto me sorprende el que se tome una decisión de ese tipo. Que dicen ser “una medida para reducir el desperdicio alimentario, y animan a fiarse del olfato para determinar su validez”, lo que por supuesto ha generado grandes polémicas y controversia. Especialmente porque alimentos caducados que presentan desarrollo de microorganismos patógenos pueden no presentar síntomas palpables de deterioro a nivel olfativo.

La decisión constituye “Una novedad que, lejos de ser inofensiva, plantea muchas incógnitas en lo que a seguridad alimentaria se refiere. Y parece considerar la inflación que está sufriendo el sector agroalimentario en general. Especialmente en esta región que se ve obligada a importar un gran número de alimentos, al contrario de lo que sucede en zonas donde tenemos un acceso a alimentos frescos como frutas, verduras y hortalizas.

Y los empresarios han atribuido estas medidas a la lucha contra el cambio climático y el desperdicio de alimentos. Pero ha desatado una polémica por la confusión entre fecha de caducidad: que no debemos sobrepasar bajo ningún concepto, ya que una ingesta posterior puede traducirse en intoxicaciones alimentarias. Se usa en alimentos perecederos como carne, pescado, leche fresca, vegetales envasados listos para el y otros alimentos que duran poco tiempo en el frigorífico. Y fecha de consumo preferente: que se emplea en productos más estables que duran meses, como frutos secos, pastas, harinas y algunos alimentos procesados que han sido sometidos a tratamientos de conservación, como el caso de la leche en tetrabrik UHT. Y que podemos consumir los alimentos si han sobrepasado dicha fecha sin temor a intoxicaciones alimentarias. Sin embargo, el fabricante no puede garantizar el adecuado estado de las propiedades organolépticas del alimento: sabor, aroma y color.

El problema para nosotros es que tendemos a copiar las costumbres, modas y decisiones extranjeras y si se decidiera aquí retirar las fechas de caducidad de alimentos microbiológicamente activos, como el pescado o el pollo, estaríamos ante una grave brecha de seguridad alimentaria a gran escala.

Las intoxicaciones alimentarias podrían dispararse sobremanera provocando serios trastornos sanitarios. Con las fechas de consumo preferente no hay tantos problemas, ya que en teoría no hay riesgo de intoxicarnos tras su vencimiento. Porqué los tratamientos térmicos y de conservación en la industria alimentaria garantizan la inocuidad de productos como las conservas, que pueden llegar a durar años en perfectas condiciones.

El problema es con los alimentos que deben tener fecha de caducidad, porque una vez vencida la misma se pueden convertir en tóxicos. Dejar la puerta abierta para que los consumidores olfateen sus alimentos para saber si están en buen estado o no es algo sumamente arriesgado, ya que la presencia de microorganismos patógenos no suele mostrar síntomas organolépticos, o sea las propiedades particularidades naturales que poseen todos los alimentos, y que consiguen diferenciarlos unos de otros y que podemos captarlas a través del sentido del gusto, la vista o el olfato. Las principales son el color, el sabor, la textura y el aroma.

CUIDADO CON LAS COPIAS QUE SE PUEDEN TRADUCIR EN INSEGURIDAD ALIMENTARIA.

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