Edmundo Enrique Vásquez Paz

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Llegado el 14 de enero 2024 se inaugura en Guatemala una Era de Restauración.  Era de esperanza que debemos entender y saber aprovechar.

No es la era de la instalación de un partido y su particular programa de gobierno. No es la posibilidad de la ejecución de su particular plan de gobierno lo que se debe celebrar. Es algo que se ubica mucho más allá porque consiste en el rescate de la institucionalidad democrática y la búsqueda del establecimiento de un auténtico Estado de derecho. Algo que está por empezar.

Mal haríamos cifrando nuestra esperanza exclusivamente en la capacidad de los nuevos funcionarios para sortear escollos, olvidándonos que lo que se ha logrado y está empezando es un proceso para el rescate de la posibilidad de que este país se diseñe para el servicio de la ciudadanía (que somos todos nosotros) y seamos nosotros los que vayamos modulando y determinando el rumbo que deseamos tomar.

El plan del nuevo gobierno es básico en cuanto a lo que corresponde ejecutarse en un país maltrecho y tirado al olvido. Lo fundamental trasciende lo puramente “ejecutivo” y está en el rescate de la institucionalidad democrática y la instalación de un efectivo Estado de derecho y un sistema de aplicación de la ley e impartición de la justicia que merezca la confianza ciudadana. Algo que deberá surgir de la capacidad de gestión en el Congreso de la República (por ejemplo, para efectos de ir “des cooptando” las tantas instituciones e instancias que lo han sido) y que solamente será posible si goza de un acompañamiento ciudadano maduro e inteligente.

En síntesis, lo que no debemos olvidar es que este 14 de enero solamente señala el inicio oficial de la posibilidad ciudadana de recobrar las bridas del país. Un proceso que debemos decidirnos a acompañar aún a sabiendas que somos un pueblo sin experiencia en el ejercicio de su ciudadanía, y que fácilmente puede caer en las trampas de concepto preparadas por los que no desean ni creen ni en la democracia ni en la libertad y están conformes con la mediocridad y el abuso como rasero único para medirnos como país. Tampoco debemos olvidar a quienes les debemos agradecer los esfuerzos que se llevaron a cabo en esta gesta que parece empezar bien. Son muchas las personas y los grupos que han contribuido con su empeño y sacrificio. Operadores de justicia, pueblos ancestrales, …

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