Edmundo Enrique Vásquez Paz

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Los Partidos no buscan la formación de sus dirigentes

Continuamos con el comentario a algunas de las interesantes consideraciones que el conocido político y planificador chileno, Carlos Matus (1931-1998), expresa en una muy interesante entrevista (Ciencias y Métodos de Gobierno) realizada para el programa Dialogando y que se puede consultar en YouTube. Dice Matus, refiriéndose a Latinoamérica:

“[…] los partidos políticos son clubes electorales en nuestros países […] Son clubes electorales […] No tienen centros de formación de sus dirigentes, no se preocupan de la formación de sus líderes” […] …. Piense usted: el partido conservador inglés tiene un Think tank para pensar Inglaterra a 30 o 40 años y tiene centro de formación de sus líderes. Yo me pregunto: ¿cuál partido político en América Latina tiene algo similar?…”.

Indudablemente, la carencia de formación de los dirigentes, tiene su origen en la carencia de instituciones interesadas en realizarla.

Esta es, sin lugar a dudas, una de las más angustiantes causas del por qué nuestro país no tiene un norte claro en lo que respecta al desarrollo de sus diferentes temas (pensar en Educación, en Salud, …) ni, por supuesto, en su desarrollo integral. En Guatemala no contamos con organizaciones políticas de larga data y con claras visiones a futuro que puedan merecer nuestra confianza. Con ello, carecemos de la esperanza de que algún gobierno llegue a proceder de manera coherente.

Aunque parezca un atrevimiento decirlo, ¡valga la pena hacerlo!: en la mayoría de los casos, ante una elección general, ni los miembros de las cúpulas partidistas (muchas veces incluso los candidatos a los más altos cargos) conocen los planes de gobierno de sus propios partidos. Los planes los entienden como requisitos para no pasar la pena de no contar con ellos cuando alguien pregunte. Por eso, con gran frecuencia, su manufactura se les encarga a personas eventualmente calificadas, aunque no necesariamente del partido… Y resultan, así, teniendo unos panfletos que solo sirven para mostrar…

Al acceder al poder público, la mayoría de los partidos políticos conforman sus equipos de gobierno de una forma casuística o echando mano de personas que han estado cercanas a las cúpulas y al activismo sin más móvil que la espera de futuras oportunidades de empleo. En muchos casos, también se nombra como altos funcionarios a personajes que son ajenos a la organización partidista y, por lo mismo, son vistos y apreciados por los que sí lo son, como auténticos advenedizos.

Lo que resulta más grave es que, esa carencia de institucionalidad para la formación de líderes y de dirigentes que deberían tener los partidos, da pie a que los criterios para seleccionar a los más altos funcionarios de las distintas dependencias del Gobierno no sean los más adecuados. Y sigue predominando el consabido criterio (compartido por las dirigencias políticas) de que …
“[…] basta con la improvisación, con la experiencia y el buen sentido y la profesión que se adquirió en la universidad para gobernar… Creen que un buen médico puede ser un buen Ministro de Salud, que un buen economista puede hacer buena política económica. ¡NO, no puede! […]”, como lo señala Matus con contundencia.

En un ensayo que recientemente elaboré (aún no publicado) y que gira sobre la inquietante cuestión del por qué es que en el país se observa ese altísimo número de políticas públicas no implementadas o deficientemente implementadas, planteo y razono la hipótesis de que es porque, al nombrar a los encargados de su implementación (los ministros, como caso por excelencia) estas designaciones no se hacen poniendo atención a que, para esos cargos, más que técnicos conocedores de las temáticas en particular, lo que se necesita son auténticos gestores o impulsadores de las diferentes carteras vía la ejecución de sus políticas. Y de este tipo y nivel de “personal” carecen los partidos políticos.

Los partidos políticos no forman políticos. Es función que nunca han asumido. En buena medida, porque los “dueños” de los partidos como que aún no se han dado cuenta de que, para hacer política, se requiere de políticos que entiendan del oficio –no de politicastros–. Políticos sanos, bien formados que, además sean del partido en términos de identificarse con él.

Como un símil para tratar de transmitir un tanto mejor la anterior idea, se podría mencionar el de un equipo de fútbol cuya dirigencia no supiera reconocer la importancia de cultivar buenos jugadores en el seno de sus diferentes escuelas. Escuelas de formación orientadas a que el club llegue a contar con muchos buenos jugadores –forjados en sus propias canteras– que puedan integrar con confianza a las plantillas de sus cuadros, en las diferentes categorías en que compitan. Si las dirigencias de los diferentes clubes del país (los partidos políticos) no piensan de esa manera, difícilmente se podrá llegar a pensar en una liga (sistema político nacional) que satisfaga al público (demostrando sana y positiva competencia entre los clubes del país) y, mucho menos, en llegar algún día a integrar un seleccionado nacional que llegue a hacer un buen papel en donde se quiera…

Sin entrar en mayores detalles al respecto, pero con el ánimo de fortalecer mi tesis, llamo la atención de los lectores a un fenómeno que se da en los países más desarrollados políticamente. Consiste ese fenómeno en el hecho de que muchos ministros –cargo que menciono de manera genérica por ser la categoría de funcionarios de alto rango más fácilmente “rastreables” para aquellos lectores que deseen hacerlo– que han trascendido por sus buenas gestiones, no necesariamente han sido profesionales relacionados con la temática de sus carteras. Sus éxitos se han debido a sus dones como líderes y como gestores políticos competentes. Algunos de esos dones son innatos. Matus lo reconoce y, acertadamente, indica que, como en cualquier arte (pensar en el dominio de un instrumento musical, en el arte de la pintura, de la escultura, de la escritura… y cuántas más), se trata de atributos perfectibles mediante la formación en metodologías y técnicas especializadas. Técnicas que han ido evolucionando y perfeccionándose.

Advierto que no deseo que mi texto se preste a malinterpretaciones. La mía no es una apología a la ignorancia de los líderes y los dirigentes. Los técnicos versados en las diferentes materias son indispensables. La cuestión es solamente que, esos técnicos necesitan de líderes y de dirigentes con inteligencia y aptitud para entender de manera rápida el tema en el que se deben desenvolver y en comprenderlos a ellos en su función de asesores temáticos, además de –¡y esto es importante!– con clara conciencia de la complejidad de la cual forman parte la institución y el tema a su cargo, la interdependencia entre los asuntos. Y esos personajes son, en buena medida, los que tienen el don de la política… y se han perfeccionado en el conocimiento de ese arte y en el ejercicio de ese oficio… –¡en el mejor de los sentidos!– para llegar a ser, en la práctica de la administración pública, gestores eficientes de las ideas que representan.

Entiendo que todo esto es teoría y el esbozo de una situación ideal; a futuro. Pero entiendo, también, que es necesario difundir esas siluetas, esas imágenes. Con la esperanza de que empiecen a cuajar en la mente de muchos.

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