Se confunde “ser político” -gestor efectivo- con “ser funcionario”
Continúo citando y comentando algunas de las ideas que el conocido político y planificador chileno, Carlos Matus (1931-1998), expresa en una muy interesante entrevista (Ciencias y Métodos de Gobierno) realizada para el programa Dialogando y que se puede consultar en Youtube.
Dice Matus:
“… las dirigencias políticas creen que basta con la improvisación, con la experiencia y el buen sentido y con la profesión que se adquirió en la universidad para gobernar bien… Creen que un buen médico puede ser un buen Ministro de Salud, que un buen economista puede hacer buena política económica… Falso, NO puede”.
Estas ideas que apunta Matus, las comentamos en el anterior artículo desde la perspectiva de lo que, probablemente, percibe la población en general, así como los partidos, los diferentes gremios, y aquellos que se consideran políticos a sí mismos. Fueron explicaciones de la eventual razón o el porqué de esas creencias tan difundidas.
Pero, eso no puede bastarnos. La pregunta es, por qué los sistemas políticos no funcionan lo que obliga a ponerle atención a Matus cuando dice:
“[…] Hay técnicas de gobierno que se han ido desarrollando a lo largo de los años y que, en general, los políticos ignoran. Y, en esto, existe lo que podríamos llamar una disfunción de segundo orden: ¡no saben que no saben! (¡y al cuadrado!). No saben que no saben; y no pueden aprender; y de allí que están anestesiados, no atienden así las llamadas de atención […]”.
[…] los partidos políticos son clubes electorales en nuestros países… (cuando son partidos políticos…). En algunos países ni siquiera son partidos políticos. Son clubes electorales… No tienen centros de formación de sus dirigentes, no se preocupan de la formación de sus líderes. No tienen centros para pensar su país…. Piense usted: el partido conservador inglés tiene un Think tank para pensar Inglaterra a 30 o 40 años y tiene centro de formación de sus líderes. Yo me pregunto: ¿cuál partido político en América Latina tiene algo similar?… Son clubes electorales”.
En lo que se refiere al ámbito de la formación o capacitación en el tema de la mejora de la eficiencia administrativa del sector público, en el caso de Guatemala se pueden contabilizar algunos esfuerzos. Entre ellos, el de la existencia del Instituto Nacional de Administración Pública -INAP-, de naturaleza gubernamental, fundado en 1980; y el de la Escuela de Gobierno, que es una iniciativa del sector privado, inaugurada en el año 2013, que también ofrece capacitación en el ámbito de la administración pública. Pero es necesario entender que esto no puede ser suficiente.
Para el ámbito de la formación de mejores servidores públicos en mandos medios e inferiores, es razonable pensar que deben ser entidades gubernamentales (como el caso del INAP) las encargadas. Y admitir que a este esfuerzo se sumen otras (como el caso de la Escuela de Gobierno). Pero es necesario entender que existe una diferencia básica entre la formación de meros funcionarios -y acondicionarlos a que desarrollen carreras positivas en el servicio público- y la formación de dirigentes y líderes -capaces de garantizar buenas gestiones desde los más altos niveles de la administración-. Esto último es asunto que debería ser asumido, en buena medida, por los partidos políticos.
Si se trata de formación para el mejor ejercicio de las tareas en la administración pública, habrá estándares mínimos que seguramente consideren todos los que ofrecen esos programas de formación. Pero es justo pensar que -por lo menos en teoría- los partidos políticos deberían asumir el papel de formadores cuando se trata de las personas que piensen ellos que deberían asumir cargos del más alto nivel; en calidad de dirigentes y de líderes efectivos.
No es posible descargar a los partidos políticos de una responsabilidad que solamente la pueden asumir agrupaciones con fines políticos -en el buen sentido de ese concepto-. Se trata de la responsabilidad de cultivar, formar e informar contingentes de personas que compartan las mismas visiones para que, llegado el momento, estén en condiciones de asumir cargos de alta responsabilidad en la dirección de las instituciones del Ejecutivo y cumplir con los planes de gobierno que se han propuesto.
Debido al ejercicio de mi profesión, he tenido en varias ocasiones la oportunidad de desempeñarme en calidad de consultor o asesor en diferentes instancias de gobierno. Eso me permite dar fe en que, para mi sorpresa y en repetidas ocasiones, altos funcionarios con los que he podido alternar, sobre todo siendo nuevos en sus cargos, no tenían ni la más remota idea de asuntos tan básicos como conocer la ley orgánica de las entidades bajo su mando, las funciones y atribuciones inherentes a sus cargos, o una idea medianamente clara del sector al que pertenecía su entidad… por solamente recordar algunos de esos curiosos descuidos formativos de carácter básico cuando se tiene la obligación de gestionar el buen desempeño de una institución.
En Guatemala, cuando se trata de reflexionar sobre su futuro como país viable, es difícil hacerlo de una manera seria y organizada. La carencia de partidos políticos estables obliga a no poder pensar en ellos como vehículos para el cambio y para el progreso nacional; obliga a tener que centrar la atención en los circunstanciales candidatos y a olvidarnos de cualquier atisbo de discusión sobre planteamientos de orden ideológico o programático. Salvo el manejo de “etiquetas”, esas dimensiones parecieran no existir.