Eduardo Blandón
En Guatemala los demonios andan sueltos. Aunque siendo sinceros casi siempre han andado en libertad. Su ausencia deriva, cuando hay momentos de paz, en treguas fugaces que solo sirven para afilar los instrumentos del mal. Con lo que el actuar de esos operadores tenebrosos está despierto y activo, de caza, ahora contra los periodistas.
Su fundamento, el falaz argumento que esgrimen, consiste en afirmar la conspiración de la prensa independiente. Sostener que la crítica a los jueces es improcedente porque vicia y corrompe la pureza de su trabajo. Una lógica a toda luz, amén que antidemocrática, mal intencionada porque persigue la criminalización de los periodistas que laboran al servicio de la verdad y la justicia.
Los jueces (los perversos como Jimmi Bremer) no es que carezcan de luces suficientes que les impida la comprensión de la realidad. Todo lo contrario, tienen claridad meridiana del contexto y la oportunidad que les presenta la ocasión. El cálculo de su obrar lo anima sus convicciones antidemocráticas, el autoritarismo y los dictados externos que obedecen por razones de conveniencia.
Es el mismo espíritu que mueve a Cinthia Monterroso, pero que en su caso, como adolescente, justifica en las redes sociales (según lo estableció la prensa) con frases como: “se hace camino al andar” o “las personas con carácter y coraje siempre parecen siniestras a los ojos de los demás”. Tal parece que no solo le urge disfrazar sus intenciones, sino convencer a sus seguidores de la corrección de su proceder.
Tras los operadores se articulan (ahora sí) una red de personajes siniestros estimulados por el odio, la venganza, el poder y la corrupción. Su horizonte es el de la impunidad que ocultan con el argumento de una izquierda pagada por instituciones fuera del país. Falsean discursos ridículos nacionalistas debido a la arbitrariedad que reclaman con desparpajo atropellando a quienes piensan distinto.
A estas alturas casi todos sabemos que la narrativa de quienes persiguen a la prensa no se funda en doctrinas que defiendan la justicia y afirmen el Estado de derecho. El campo de batalla no es intelectual ni menos aún moral. La causa del régimen que criminaliza es la pura voluntad de poder que se impone con violencia contra toda expresión crítica.
Esa es la naturaleza de los demonios que rompen y rasgan sin piedad: el arbitrio intolerante de los corruptores. Frente a ellos solo sobreviven los que callan y ceden temerosos a la injusticia. Los demás, la prensa independiente, los periodistas responsables y quienes ejercen la crítica del sistema solo podemos esperar el infierno que el pacto de corrupto nos tiene preparados… pero no callaremos.