Fernando Mollinedo

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Guatemalteco, Maestro de educación primaria, Profesor de segunda enseñanza, Periodista miembro de la Asociación de Periodistas de Guatemala, realizó estudios de leyes en la Universidad de San Carlos de Guatemala y de Historia en la Universidad Francisco Marroquín; columnista de Diario La Hora durante 26 años, aborda en sus temas aspectos históricos, educativos y de seguridad ciudadana. Su trabajo se distingue por manejar la palabra sencilla y coloquial, dando al lector la oportunidad de comprender de modo sencillo el universo que nos rodea. Analiza los difíciles problemas del país, con un criterio otorgado por su larga trayectoria.

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Fernando Mollinedo C.

La institución del divorcio es tan antigua como la del matrimonio; el concepto divorcio se remonta a la antigüedad y la palabra divortium proviene del derecho romano. El divorcio fue considerado cuando se manifestaba un ánimo contrario al afecto marital. En algunas sociedades con alta carga religiosa católica o tradicional no se reconoce el divorcio porque tiene una categoría de sacramento.

El divorcio es el procedimiento judicial que por medio de una sentencia da por finalizado el matrimonio consistente en el vínculo conyugal entre dos personas, es decir, que se disuelve y permite a las personas recuperar su estado civil de solteros; siendo su efecto prioritario la disolución del vínculo conyugal.

La sentencia de divorcio produce efectos civiles legales para ambas partes, tales como: la liquidación del patrimonio conyugal sí lo hubiere, el derecho de alimentos a favor del cónyuge inculpable, el derecho de alimentos a favor de los menores hijos, así mismo, cualesquiera que sean las estipulaciones del convenio de divorcio o la sentencia, el padre y la madre quedan sujetos, en todo caso, a las obligaciones que tienen para con sus hijos y conservan el derecho de relacionarse con ellos y la obligación de vigilar su educación.

En Guatemala existen dos vías para divorciarse: 1. DIVORCIO VOLUNTARIO, es la acción voluntaria de ambos cónyuges para separarse legalmente asumiendo las obligaciones y derechos inherentes a sus personas; 2. DIVORCIO ORDINARIO es cuando por voluntad de uno de los cónyuges se tramita cuando exista una de las quince causas determinadas para obtener el divorcio.

Una reciente publicación en un diario matutino de ciudad Guatemala indica que, se registraron entre ocho y nueve mil divorcios por año, lo que da un aproximado de veintiséis mil divorcios en los últimos tres años; es decir que, mensualmente se divorcian setecientos matrimonios con un promedio de veinticuatro divorcios diarios.

Entonces, ante esas cifras es necesario pensar en el destino de los miles de niños de corta edad que sufrirán las consecuencias de las decisiones de sus padres, con las consecuentes carencias emocionales, económicas, sociales, educativas y otras más que limitarían sus oportunidades que tuvieran para crecer en un hogar integrado.

También se debe pensar que, en algunos casos, es mejor un divorcio a tiempo, que una pésima relación matrimonial de muchos años con ejemplos de violencia y carestías de toda naturaleza que forman el caldo de cultivo para la insatisfacción y rebeldía de los hijos en contra de su madre, padre y de la sociedad con el uso de conductas antisociales, es decir, que se convierten en acciones transgresoras de la ley.

La integración de las pandillas generalmente está compuesta con muchachos pre y adolescentes que provienen de hogares desintegrados de cualquier estrato económico de la sociedad; por ello en Guatemala vemos a patojos “canchitos” y morenos asaltando y extorsionando en motos o a bordo de vehículos.

En pocas palabras, el divorcio es una de las armas letales silenciosas con que la sociedad se ve atacada, aparte de eso, hay otros tantos motivos y causas como la indiferencia de los padres divorciados en la formación de la personalidad de sus hijos, la irresponsabilidad en el pago de las pensiones alimenticias, el abandono emocional y por supuesto, el crecimiento de los niños y adolescentes sin una guía de valores que los enseñe a respetar los bienes ajenos, modales de cortesía y otras conductas consideradas normales.

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