Eduardo Blandón

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Fecha de nacimiento: 21 de mayo 1968. Profesor de Filosofía, amante de la literatura, fanático de la tecnología y enamorado del periodismo. Sueño con un país en el que la convivencia sea posible y el desarrollo una realidad que favorezca la felicidad de todos. Tengo la convicción de que este país es hermoso y que los que vivimos en él, con todo, somos afortunados.

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Eduardo Blandón

Un estado artificial y ficticio a veces se impone. La pausa oportuna que separe la vida o la resitúe distante. Hacer un alto. Respirar. Urgir esferas paralelas o quizá la sustitución de lo real como huida. Sin que sea cobardía, sino retiro amable que inaugure trincheras e instaure la paz.

El ecosistema generado por la música que desde su ejecución se apodere de los sentidos. Sí, quedar atrapados por las notas según sus efectos. Renunciar a la conciencia que suspenda el juicio mientras se levita enajenado en ausencia de contenidos. Sin propósitos ni finalidades, lejos del interés de la lógica del mercado.

Hay que ensayarlo. Intentar el vacío de quien lo ha dado todo y extenuado se ausenta cuidando de sí. Ofreciendo el despojo que se sabe nulo. La prueba que, por dura que sea, sustrae, proyecta y gesta la vida. Retornar a lo primitivo, lejos de la civilización que perturba y trastoca.

Volverse rupestre, cultivar su naturaleza con emociones puras, más allá de razonamientos fingidos. Fecundar los días desde el ocio que ofrece la ternura, el amor y la intensidad de las horas. Disfrutando el viento al margen de la desnudez o abriéndose al sol aún con sus heridas. Apostar por lo lúdico que devuelva la alegría.

Un movimiento del espíritu a veces se impone. Caminar, dialogar y sonreír. Recostarnos compartiendo estímulos. Tocándonos. Figurándonos felices mientras evocamos recuerdos de días soleados, sin más ánimo que el resultado del encuentro. Solazándonos en el erotismo insolente que da la inocencia.

El mundo urge de magia y la celebración de ritos. Refundar la sociedad desde la danza y el canto. Establecer calendarios poblados de dioses, ángeles y espíritus. Sostener los milagros para entrar en trance mediante lo fantástico. Sacralizar la materia liberándola de su constitución irrelevante para dignificarla.

El itinerario es posible a condición de imaginarlo. Ascender la montaña en solitario, guiados por el instinto. Aceptando la paradoja del silencio y la potencia de lo inmutable. Así, el milagro llegará sigiloso y dará sus frutos. No hay otro camino que nos convierta en sujetos distintos. Vale la pena realizarlo.

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