Eduardo Blandón

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Fecha de nacimiento: 21 de mayo 1968. Profesor de Filosofía, amante de la literatura, fanático de la tecnología y enamorado del periodismo. Sueño con un país en el que la convivencia sea posible y el desarrollo una realidad que favorezca la felicidad de todos. Tengo la convicción de que este país es hermoso y que los que vivimos en él, con todo, somos afortunados.

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Eduardo Blandón

El gobierno que dirige Alejandro Giammattei no comprende lo que sucede a su alrededor, pero no es por ignorancia (que algo tiene que saber), sino por distracción, por el empeño en concentrarse en sus negocios y en sacar adelante sus propias empresas, que no corresponde a los intereses del país.

Sin duda está enterado del rechazo ciudadano irreductible, como se lo han vendido y ha comprado para justificarlo, a grupos ideológicos pagados desde el extranjero. Sabe el gobierno que la población está molesta porque los recursos, al no llegar donde corresponde, se ha empobrecido más y se encuentra desesperada.

El equipo del actual gobernante no comprende, porque finge no saberlo, que la comunidad internacional está disgustada con sus ejecutorias. Disimulan el malestar y lo explican desde argumentos que reconocen falaces: el discurso según el cual Guatemala es independiente y debe respetarse su soberanía. Mienten, mientras lo repiten para autoengañarse y confundir a los guatemaltecos.

Igual les sucede cuando amagan ignorancia en materia del rechazo generalizado por la rampante corrupción en casi toda la administración pública. Escamotean lo obvio a través de inauguraciones que no representan las auténticas necesidades de las comunidades. Juran que, mediante estos actos, aderezados con discursos mendaces, a la población se le olvida que tiene hambre y está desvalida sin hospitales, escuelas, viviendas y oportunidades laborales.

Los burócratas del presidente (encabezados, por supuesto, por Giammattei) juegan a idiotas cuando creen que el país desconoce las triquiñuelas para apropiarse de las instituciones del Estado. Al subestimar la intuición política de los ciudadanos, actúan como si nada sucediera en su voluntad de impunidad.

El gobierno opera bajo supuestos: la convicción de ceguera pública y el poder de la oportunidad ilimitada. Creen en su punto de apoyo aplaudido por sus aduladores que los estimula en su hiperactividad de corrupción. Así, protagonistas de su opereta labran cumplidamente su destino. Ignoran, eso sí, que el telón está por caer y dejarán la ficción para enfrentarse con la realidad.

No dudo que, en lo íntimo, nuestros políticos de turno escuchen voces acaso sensatas. Mini retumbos que funcionan como conciencia olvidada, el llamado de atención a posibilidades morales como discurso que abre a la trascendencia o tal vez solo a la disposición de una felicidad distinta. Sin embargo, tengo la certeza de que ese bien se ahoga por las condiciones de un mal asumido como estilo de vida. Así, el presidente, nuestro malhadado gobernante, perecerá según su propia configuración de perversión.

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