Eduardo Blandón
Ahora que los estudiantes del nivel medio han terminado el ciclo académico, un período que repite las mismas anomalías impuestas por la expansión de la peste, es necesario examinar lo ejecutado a fin de hacer ajustes encaminados al perfeccionamiento del espíritu de los alumnos.
Ya son dos años poco aprovechados o, si se quiere, de éxitos limitados en el que los estudiantes se han privado de las posibilidades que ofrece la educación presencial. Quizá esos fracasos no se noten en la inmediatez, pero estarán presentes cuando emerjan y comprometan no solo los aprendizajes futuros, sino la madurez exigida en cada nivel.
Esta preocupación, sentida entre profesores, gestores de la administración escolar, padres de familia y estudiantes, debe traducirse desde ya en campos de acción dirigidos a renovar lo ejecutado. Es urgente estimar escenarios para, si continúa el próximo 2022 la educación a distancia, garantizar un aprendizaje superior al realizado hasta hoy.
Los profesores, más avezados y sin pretextos que justifiquen la improvisación, deben ser efectivos en la enseñanza. El período de experimentación ya no se justifica, quien todavía no demuestre dominio pedagógico a partir del desafío de las nuevas tecnologías digitales, ya no tiene oportunidades de superación, debe sustituirse. No digo excluirlo, sino acompañarlo en un proceso alternativo que lo capacite sin que afecte a los estudiantes.
En cuanto a los alumnos, la mayoría ya tiene músculo. Con ellos, tanto los padres de familia como las instituciones educativas deben apoyarlos en el proceso. ¿Qué muchos tienen problemas con la tecnología, les cuesta aprender y se distraen con facilidad? Cierto. Sin embargo, está demostrado que los buenos educadores tienen el toque, la magia y el tino para superar esas eventualidades con actividades oportunas.
Lo mejor sería, eso sí, el regreso a las aulas. Las virtudes del contacto humano son inobjetables. La educación trasciende la transmisión de contenidos, la asignación de lecturas y le entrega de reportes. Va más allá de verse a través de las cámaras. Por tanto, enseñar las ecuaciones y la historia, la filosofía y la gramática, la química y la educación física, no basta. Se requiere además el aprendizaje de cualidades sociales, humanas y morales solo posibles a través del contacto con la piel.
Postergar innecesariamente por razones ideológicas (intereses de poder), económicas (enfocadas en las utilidades) o pseudo filosóficas (con base en un pragmatismo a ultranza), impedirá el desarrollo humano necesario para afrontar los desafíos del presente milenio. Nos expondrá más a la pobreza en un escenario donde la felicidad de todos estará comprometida. Imagino que casi nadie lo quiere, por eso conviene tomar decisiones para reconducirnos por el camino que nos haga mejor.