Eduardo Blandón
Parece ser que la vigilancia masiva de los Estados será el plato fuerte esta semana. Ya lo es si nos atenemos a los extensos reportes de los principales diarios del mundo: Le Monde, New York Times, El País y el Corriere della Sera, entre tantos otros. Todos hablan del famoso “Proyecto Pegaso” con el que algunos gobernantes del mundo han vigilado a sus presuntos enemigos políticos.
Sin duda vivimos en la era de la información pero también en la de la vigilancia. El reconocido “Big Brother” salió de la literatura y, encarnado, dejó de ser parte de la ficción. Empezamos a padecerlo en carne propia y no nos gusta, nos incomoda. Aunque todavía somos muy tímidos en denunciarlo, no calibramos su alcance.
Es claro que la guerra sigue su curso, un comportamiento bélico, eso sí, sutil, diplomático, de baja intensidad. El campo de batalla se trasladó al mundo digital, siendo las armas, los algoritmos, los famosos “malware” o programas maliciosos con los que intencionadamente se obtiene información de quienes se desea.
De ese modo, casi nadie logra escaparse del robo de datos. El caso de la India es paradigmático, pero no muy diferente al de otros países en los que periodistas, defensores de los derechos humanos, diplomáticos extranjeros, militares, políticos y Organismos no Gubernamentales han sido blancos de la actividad criminal. Y, como podía presumirse, se ha establecido que tras la patraña, desde el 2017, se encuentra su primer ministro, Narendra Modi.
Lo que llama la atención es la hipocresía de muchos de los líderes políticos que critican la vigilancia en otros Estados, pero la permiten campantemente en sus propios países. Más todavía, al romperse las vestiduras frente al ataque cibernético en su territorio, olvidando que también la practican alegremente contra sus vecinos. ¿Recuerda el caso danés?
No hace mucho, en el primer trimestre del año, a través de una investigación, la televisión pública danesa “DR” y otros informativos europeos confirmaron que la canciller alemana Angela Merkel y sus aliados más cercanos en Europa habrían sido espiados desde 2012 a 2014 por Washington a través de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA), con ayuda de Dinamarca.
Rindámonos a los hechos: la vigilancia llegó para quedarse. No hace mucho fue a través de la NSA, luego por la empresa Cindiru, más recientemente por el “malware” comercializado por la sociedad israelí NSO, que según New York Times, es “the world’s most infamous hacker-for-hire outfit”.
Todos negarán el protagonismo y responsabilidad de la patraña, usted ponga su barba en remojo. En este lado del globo recuerde que nuestros políticos son mucho más desvergonzados y actúan en la más pura y dura impunidad. Tome las medidas que corresponda y tenga cautela. Los ojos de los que tienen el control no tienen escrúpulos. Así va el mundo.