Adolfo Mazariegos

Politólogo y escritor, con estudios de posgrado en Gestión Pública. Actualmente catedrático en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos de Guatemala y consultor independiente en temas de formación política y ciudadana, problemática social y migrantes. Autor de varias obras, tanto en el género de la narrativa como en el marco de las ciencias sociales.

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Adolfo Mazariegos

Durante las últimas dos o tres semanas he escuchado un par de referencias a la aseveración de algunos autores que indican que las ideologías presentan una tendencia a la desaparición. Dicha aseveración, como es fácil adivinar, se basa en la llamada “lógica liberal” de ciertos pensadores de Estados desarrollados. En tal sentido, debo indicar que no es el propósito de este breve texto cuestionar las bondades o perversidades (según sea el caso) de dicha corriente de pensamiento, sino mas bien evidenciar que la tesis que argumenta el final de las ideologías, que en su momento pudo resultar interesante para el análisis desde el punto de vista de las ciencias sociales, también presenta varias falencias que el tiempo mismo se ha encargado de ir desnudando y que le han hecho fácilmente refutable con las evidencias de los años. El tema es complejo y profundo sin duda, y por supuesto merece análisis y discusiones extensas y concienzudas. No obstante, existe una premisa bastante obvia que, a pesar de tal obviedad, ha sido subestimada, menospreciada o incluso ignorada a propósito por los estudiosos que realizan tal afirmación: toda ideología tiene como punto de partida las ideas. En tal sentido, valga decir que las desigualdades, los intereses y los impulsos que a través de la historia humana han dado origen al aparecimiento de ideologías, siguen existiendo. Y en algunos casos incluso se han agudizado, haciendo que la brecha entre grupos humanos con niveles de desarrollo, oportunidades e intereses disímiles o desiguales históricamente, independientemente del lado en que se encuentren, sigan en la búsqueda de satisfacer esas necesidades y/o intereses a través de la implementación de corrientes de pensamiento que bien podrían entrar en la categoría de lo que hoy día llamamos o entendemos como ideologías o cuerpos ideológicos. Prudente es indicar, por tanto, que aunque ciertamente el término ideología refiere directamente al concepto de ‘idea’ como punto de partida (Antoine-Louis-Claude Destutt, Mémoire sur la faculté de penser, 1796) hablar de ideología, en la actualidad, es también hablar de un conjunto de creencias, emociones y comportamientos compatibles entre sí, que son capaces de realizar modificaciones en la conducta humana en función de una realidad colectiva determinada que abarca, no sólo el aspecto político, sino también sistemas económicos, culturales, tecnológicos, religiosos y un largo etcétera que quizá sería extenso enumerar. La existencia de ideologías no implica solamente hablar de izquierda y derecha, como pareciera que ocurre las más de las veces en la actualidad. Y justo es decir que, tanto en uno como en otro lado, existen posiciones que pueden llegar a ser tan radicales como peligrosas, pero también en ambos lados puede que existan posiciones inteligentes que merezcan atención y consideración. Las ideas nunca desaparecerán, vengan de donde vengan, como tampoco los intereses o las necesidades. Por lo tanto, difícil y aventurado es, aseverar la desaparición de las ideologías.

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