Douglas Gonzalez

douglasivangonzalez@gmail.com

Politólogo, egresado de la USAC y la UCJC. Librepensador. Experiencia en políticas públicas, procesos de diálogo y comunicación política. Una mejor Guatemala es posible y necesaria.

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Las décadas pasadas han dado forma a movimientos sociales que, merced al hartazgo, la indignación y las condiciones de marginalidad han hecho florecer verdaderos cambios sociales. Sin necesidad de un solo disparo y con una enorme fortaleza moral, muchos pueblos han empujado a sus gobernantes y a sus élites a adoptar cambios irreversibles en la historia.

El 25 de abril de 1974, Lisboa amanece llena de jóvenes rebeldes reclamando un nuevo orden social. Nació así la Revolución de los Claveles que puso fin al gobierno de Marcello Caetano, y a una dictadura de más de 48 años.

En noviembre de 1989, la Revolución de Terciopelo, animada por el dramaturgo y disidente Vaclav Havel, pone fin, sin violencia, al régimen comunista de la antigua Checoslovaquia. El divorcio entre la República Checa y Eslovaquia vendría cuatro años después.

El 23 de noviembre de 2003, después de tres semanas de manifestaciones contra unas elecciones legislativas fraudulentas, la Revolución de la Rosa consigue acabar con el poder del presidente Eduard Chevardnadze, en Georgia.

El 24 de marzo de 2005, miles de manifestantes protestaron contra el resultado de las legislativas y contra la corrupción en el país. Asaltan la sede del Gobierno y obligan a presidente Askar Akayev (que lleva 15 años en el poder), a marcharse. Nace así la La Revolución de los Tulipanes en Kirguistán.

El 14 de enero de 2011, en Túnez, después de un mes de manifestaciones reprimidas con fuerza por la policía, miles de jóvenes toman las calles y producen la Rrevolución de los Jazmines, la cual provoca la caída del regimen autoritario de Zine El Abidine Ben Ali, en el poder desde hacía 23 años.

En la Guatemala de 2023, los 48 Cantones, la Bethania, Vista Hermosa, Barrio San Antonio, Antigua, Chimaltenango y muchos, pero muchos ciudadanos salieron a las calles a manifestar su hartazgo con un sistema que solo es eficiente para facturar su producto estrella de exportación: migrantes. Aunque, también, hay que decirlo, la gente salió a las calles con entusiasmo y la última gota de esperanza que les quedaba.

No sabemos cuánto pueda durar este verano, pero sabemos que será asfixiante. Tampoco sabemos qué nuevos desastres traerá el invierno. Solo sabemos que el otoño es triste y que aun se siente lejos el olor a primavera.

Cada pueblo marcha a su ritmo y al paso que la historia le marca. El nuestro, parece haber salido del letargo y haber encontrado finalmente su ritmo.

Flores no nos faltan, tampoco puños para alzarlas. Nos falta quién marque el paso.

¿Hacia dónde va la primavera?

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