Borges, que sabía de todo, contó en una de sus narraciones que los griegos habían realizado el invento más maravilloso de la historia de la humanidad: “inventaron el diálogo”, dijo.
Y este gran descubrimiento nos ha permitido a los seres humanos alcanzar proezas inimaginables, generar acuerdos y resolver aquellos conflictos que parecían irresolubles. Gracias a ese invento que, al mismo tiempo, nos diferencia de los animales, evitamos guerras, descubrimos medicamentos para enfermedades mortales y nos entendemos entre culturas distintas.
En Guatemala, los pueblos originarios son maestros en procesos de diálogo. Sus mecanismos para la toma de decisiones son deliberativos, al contrario de los nuestros, los de los ladinos y criollos, que son competitivos. Los pueblos indígenas utilizan estructuras horizontales para hacer que sus procesos de diálogo sean efectivos, mientras nosotros empleamos mecanismos jerárquicos, lo cual coloca a una de las partes del diálogo en posición de asimetría.
El Gobierno de la República acaba de instalar su mecanismo de diálogo con los pueblos indígenas y poblaciones rurales. Según se pudo entender, la economía campesina, el acceso a la tierra, mejora en los cultivos, infraestructura, agua potable y servicios serán la parte sustantiva de este diálogo.
Como un ciudadano convencido que la paz, la democracia y el diálogo son el camino para que las visiones y aspiraciones de todos los pueblos que habitamos este hermoso país se hagan realidad, no hago sino celebrar esta iniciativa.
Acercarse a los pueblos y detenerse a escucharlos como actores legítimos y a atender sus demandas, es solo el punto de partida hacia la construcción de un Estado más justo, equitativo e incluyente. Sabemos, desde ya, que los procesos de diálogo no son fáciles, pero también reconocemos que mientras haya diálogo la esperanza permanece.
Cito aquí las palabras que Martín Toc que, en su gestión como presidente de los 48 Cantones, le dijo a Giammattei: “Dé gracias que aún nos manifestamos y queremos diálogo. Preocúpese cuando ya no nos vea, cuando ya no hablemos”.
Miguel, un colega boliviano, me dijo que los pueblos originarios de Bolivia tienen una frase que resume tanto esta aspiración: “Hablemos, hablemos y sigamos hablando, hasta que las palabras se encuentren”.
¡Amén!