David Barrientos
La pandemia por COVID-19 ha permitido una serie de nuevas conductas y planteamientos, una inflexión en el modo del comportamiento humano: la salud, la educación, la seguridad, entre otros; en la llamada ‘nueva normalidad’, partiendo de la base de que la vida no es la misma de hasta el 2020; socializar incluso como una necesidad del ser humano ha tomado nuevas y alternativas formas, las casas modernas incluso, tendrán nuevos diseños en su infraestructura, pues el trabajo en casa llegó para quedarse, la productividad incluso será medida por alguna plataforma tecnológica.
La tecnología queramos o no, aceleró su llegada con la actual crisis sanitaria y con ella la obligación de subirnos a ella; las personas, instituciones, organizaciones, corporaciones, Estados, se ven obligados a replantear sus esquemas de funcionamiento; las que no incursionen e inviertan en tales herramientas serán superadas, relegadas o solo recordadas. Si la educación, la salud, los patrones de consumo, el comercio ha cambiado, la seguridad por supuesto requiere de herramientas tecnológicas para no ser superadas por los mismos retos que atiende permanentemente como demanda natural.
Las aplicaciones móviles; los drones y aviones no tripulados en control de fronteras; reaccionar a tiempo por medio de un solo clic; las posibilidades de videovigilancia para desempeñar funciones de seguridad; el reconocimiento facial; además del monitoreo de los mismos aparatos de seguridad; la supervisión y protección de grandes espacios por parte de policía y fuerzas de seguridad desde un centro de comando y control; la biometría es también un ejemplo gracias a la combinación entre avances tecnológicos y nuestras características físicas, que han permitido a la seguridad ir cada vez más allá, entre otros.
También la implementación de tecnología avanzada tiene sus retos: los costos de inversión y la posibilidad de invertir en lo necesario; la constante innovación y el necesario respaldo sostenido y, por último; la adaptación y compatibilidad del software a la infraestructura existente; y por último, el desafío más grande: ¿cómo potenciamos su buen uso? es decir: asegurarnos una visión que defina su propósito, una cultura de colaboración, transparencia y un talento humano a la altura de la innovación.
La tecnología marcará los desafíos futuros de la seguridad, la transformación digital ha llegado para quedarse. El sector de la seguridad no es ajeno a ella ya que atraviesa momento de cambios, nuevos retos y objetivos se presentan como desafíos. La revolución tecnológica que ha transformado a la industria de la seguridad está redefiniendo su aplicación orientada a la prevención y limitación del riesgo, lo que es un gran y cualitativo salto, pues se ha encontrado en las tecnologías emergentes herramientas que permiten replantear sistemas tradicionales y alcanzar nuevas técnicas que resuelvan los riesgos a los que estamos expuestos los seres humanos en general.
Pero luego de la consciencia que tenemos o vamos teniendo de la necesidad del uso de la tecnología en términos de seguridad, cabe preguntarnos: ¿cuánto estamos rediseñando nuestros esquemas, cuanto estamos invirtiendo en ello, que uso le estamos dando a las herramientas tecnológicas con las que contamos y que plataforma está midiendo nuestros resultados?