Napoleón Barrientos

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Guatemalteco, originario de Alta Verapaz, forjado bajo los principios de disciplina, objetividad y amor a la patria; defensor del estado de derecho, de los principios de la democracia, con experiencia en administración pública, seguridad y liderazgo de unidades interinstitucionales.

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David Barrientos

Primero quiero manifestar mi respeto profundo para los pueblos de Cuba, Nicaragua y Venezuela, que viven en regímenes que posiblemente no escogieron, solo lo heredaron y se encuentran en una situación muy difícil, pues media vez se instalan estos tipos de gobierno, duran hasta que los recursos son saqueados, y en países con recursos suficientes la cuestión se vuelve interminable. La vida en Guatemala está inundada de injusticias, sin sabores, decepciones y demás calificativos de imperfección; pero existe un sistema político que permite el acceso a la información, incluso a la desinformación; a nadie lo capturan sin estar sujeto a un proceso, hay alternatividad en el poder, libertad de locomoción y demás características de un sistema democrático imperfecto.

Lo anterior gracias al Ejército de Guatemala que enfrentó un Conflicto Armado Interno de gran magnitud, logró vencer a su oponente en el campo de batalla, donde tristemente fallecieron más de cuatro mil de sus efectivos, que por cierto fueron guatemaltecos de diferentes partes del país y en su mayoría personas humildes enlistadas en el ejército. Durante el conflicto armado que duró más de 35 años y sobre todo posterior al mismo, el ejército fue sujeto de críticas, señalamientos y demás vilipendios; a los que el ejército no hizo de oídos sordos, atendió la crítica y se fortaleció de ella, se profesionalizó incluso bajo fuego del enemigo interno dirigido por la agenda bipolar de ese momento, pero al final lo hizo solo; una muestra que los guatemaltecos que nutren las filas castrenses están dotados de capacidades indispensables para enfrentar desafíos como una guerra.

Si el ejército no hubiera podido cumplir con su función constitucional, no solo hubiera sido humillado sino defenestrado por su mismo pueblo; hoy es objeto de señalamientos únicamente por los correligionarios, simpatizantes o incluso algunos exintegrantes de la organización terrorista, o en todo caso por algunos utilizados por la derrotada guerrilla; sin reparar que podríamos estar en un escenario como el de Nicaragua, Venezuela o Cuba; habrá que preguntarles si quisieran vivir en esas latitudes; seguramente estarían muy pocos en el poder y la mayoría en escenarios muy incómodos bajo el influjo de dictaduras, incluso de parejas como los Ortega-Murillo que representan una vergüenza para Centroamérica.

Gracias al Ejército de Guatemala, no vivimos en un sistema totalitario que limita los derechos de sus ciudadanos incluso los reprime con desprecio, gracias a los soldados que con su sangre construyeron esta barrera infranqueable a los terroristas que intentaron hacerse del poder por la fuerza de las armas, gracias humildes pero grandes guatemaltecos de uniforme, siempre serán recordados, la historia empieza a darles el reconocimiento que sus adversarios políticos les negaron, hoy el escenario nacional encamina esfuerzos para que incluso quienes guardan prisión política puedan retornar a sus hogares más victoriosos que en el conflicto, pues habrán ganado una batalla más, la político-ideológica que se libra en el plano de la vergonzosa polarización que como mantra se interpone entre otros al desarrollo nacional, en el cual los soldados tienen mucho que aportar. Ánimos soldados de todos los tiempos; su pueblo esta con ustedes.

 

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