Danilo Santos
Han pasado seis días desde la primera vuelta de elecciones generales en Guatemala, el saldo, es motivo de discusión. La cruda realidad nos dice que el Congreso de la República estará dominado por partidos conservadores y, sobre todo, responsables de la realidad nacional que nos toca vivir. Entre Vamos, UNE, Viva, Valor, Cabal y demás expresiones partidarias conservadoras, suman 128 diputados. Semilla, a pesar de pasar a segunda vuelta, sólo suma 24 diputaciones (contará con 5 aliados de otros partidos, nada más). Esto sella el destino de las decisiones que se tomarán en el hemiciclo legislativo.
Mucho hubo de pasar para llegar a los dos finalistas de la contienda. La judicialización al servicio de los intereses del partido oficial y sus operadores políticos, al servicio también de las élites que veían contendientes incómodos y peligrosos, al servicio de quienes manejan los hilos del statu quo. El resultado, cuatro partidos potentes, corruptos y que fácilmente pueden generar alianzas en favor de la UNE. Por otro lado, la gran “sorpresa” electoral, Semilla, que logró hacerse con el caudal electoral generado por el hartazgo de la clase media urbana y el interior urbano. Las alianzas para Semilla se ven un poco más complicadas, ojalá el infantilismo político sea dejado de lado y se actúe a la altura de las circunstancias: es su única posibilidad.
El Tribunal Supremo Electoral, en términos generales, dejó mucho que desear. La Ley Electoral y de Partidos Políticos y sus reglamentos, fueron violados flagrantemente por la mayoría de partidos sin que esto tuviera consecuencias. Los regalos con fines electorales fueron ignominiosos e impunes. Las redes sociales dieron cuenta de cómo se regalaba de todo sin que el TSE actuara. La intención de mencionar esto, es llamar la atención del lector del dinero necesario para hacer regalos y, por otro lado, el dinero gastado en las concentraciones donde se hacían dichos regalos. No digamos vallas ilegales, acarreo de personas, pago a fiscales, pago a las personas por su voto, todo esto es de manejo público y popular, el descaro con el que actuaron es descomunal.
El partido oficial hizo uso de todos los recursos con los que contaba desde el gobierno, vales, ofrecimiento de plazas, ofrecimiento de despidos, amenazas, coacción, utilización de vehículos, inauguración de obras, gasolina, y un gran etcétera, todo esto, en un país con una autoridad electoral realmente seria e independiente, hubiese sido motivo para una suspensión definitiva, no digamos la actuación de la fiscalía de delitos electorales del Ministerio Público, que no hizo nada.
Ante todo, lo anterior, donde los resultados electorales se definen en función de quién quebrantó más la ley, gastó más en campaña, y movilizó ilegalmente el voto el día de las elecciones, la democracia pasa a ser una gran farsa: el que más tiene, mal habido o no, tiene más posibilidades de “ganar”. Ha ganado la corrupción y ha perdido la población.
Las instituciones del Estado y el sistema, están tomados y no dejan que expresiones serias, pensantes, propositivas, entren a desenmascarar los desmanes de una clase política caduca y clientelar. Gestionar la cosa pública con honradez y pensando en el bien común, es una batalla que habrá que dar cotidianamente y, en las próximas elecciones.
Habrá que pensar sesudamente si queremos una Presidencia de la República que contará con una aplanadora servil y corrupta en el Congreso, o una Presidencia que haga equilibrio y los próximos cuatro años no sean tan adversos para la población en general.