Danilo Santos

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Politólogo a contrapelo, aprendiz de las letras, la ternura y lo imposible. Barrioporteño dedicado desde hace 31 años a las causas indígenas, campesinas, populares y de defensa de los derechos humanos. Decidido constructor de otra Guatemala posible.

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Danilo Santos

Existen muchos tipos de fraude electoral, estos se dan en mayor medida en democracias débiles o corruptas, en sociedades que han sido aplastadas por el sistema o que tienen miedo del poder político imperante, o peor, que no están interesadas en los procesos electorales ni en la democracia.

Sea cual fuere el método, el fraude electoral es ilegal. Existe en primer lugar, las elecciones que favorecen a un solo candidato, este es el caso actual de Guatemala. A partir de tomar los órganos encargados de observar el cumplimiento de la Constitución Política y la ley, se ha adecuado el futuro proceso electoral para que el partido oficial tenga toda la ventaja posible y así puedan ser electos sus candidatos. El Tribunal Supremo Electoral, aceitado con una ampliación presupuestaria que dejó el presupuesto de dicho órgano en ochocientos treinta millones ciento treinta y siete mil setenta y cinco quetzales con ochenta y nueve centavos (Q830,137,075.89); operada esta por el número uno del listado nacional, el preferido de Giammattei, está a los pies de las venganzas personales y los intereses políticos, mafiosos y corruptos de quienes gobiernan el país. Además, existe una alianza perversa entre dos partidos políticos para borrar a la oposición y no tener competencia en las elecciones. Esto también es fraude electoral.

La democracia se basa en la participación de personas y grupos diferentes, en la representación de los intereses colectivos, en la aceptación de la integración diversa de la sociedad. Una democracia corrupta, tiene el efecto del cierre de espacios reales de participación, dejando en el poder político a quienes han corrompido el sistema para aprovecharse del Estado y controlar a la sociedad, llegando a extremos totalitarios maquillados de legalidad. Esto significa, torcer la ley a favor de quienes “deben” ganar las elecciones, no permitiendo la participación de sus oponentes. Nuevamente, este es el caso actual de Guatemala a través del Tribunal Supremo Electoral.

Lo anterior sucede de manera pública y notoria, sin que ningún otro órgano se pronuncie, siendo abiertamente cómplices del partido oficial (y todo lo que este representa en cuanto a corrupción, ilegalidad y antidemocracia), el TSE y las élites corruptas de Guatemala.

En resumen, estamos frente a un proceso electoral antidemocrático, construido sobre un fraude para llevar al partido oficial nuevamente al poder, con la complicidad de toda la institucionalidad del Estado guatemalteco. Ante esto, vale la pena cuestionarnos desde la ciudadanía, la viabilidad de unas elecciones que no nos permitirán elegir realmente. Cuestionarnos la organización del Estado y la falta de equilibrio de poderes, y el poder absoluto que ahora tienen quienes fueron desenmascarados como corruptos en 2015.

Mientras más silencio guardemos, mientras más quietos permanezcamos ante la realidad, quienes nos gobiernan y quieren eternizarse en el poder, seguirán viviendo de nuestro trabajo y seguirán también, destruyendo el país, dejando para nuestros hijos e hijas, la ruina como futuro.

El fraude electoral está en marcha, encabezado por el partido oficial y respaldado por quienes de manera consciente se alían con él. (Aliarse con quienes a través de fraude y corrupción ganan elecciones, no es ser listo ni un político hábil e inteligente, es ser inescrupuloso y corrupto).

Guatemala merece ser civilizada, democrática, con la libertad de elegir desde la ciudadanía, a quien se prefiera. NO AL FRAUDE ELECTORAL.

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