Danilo Santos
En 1979, el escritor Michel Ende publicó “La historia sin fin”, este libro se ha traducido a más de treinta y seis idiomas y se han filmado varias películas sobre él. La historia trata de un héroe, que para descubrirse a sí mismo, debe primero abandonar el mundo real, donde en realidad nada tiene sentido… y adentrarse en un país fantástico, donde todo tiene significado. Me sirve de pie la novela de Ende para abordar el viaje entre Sto. Tomás de Castilla y la Capital, es una suerte de historia sin fin, no solo por el recorrido de los trescientos kilómetros y todos sus obstáculos, sino por el recorrido fantástico que hay que hacer para encontrar significado verdadero a la realidad tan torcida que se nos presenta durante todo el camino. La Carretera al Atlántico fue inaugurada en 1959 por Ydígoras Fuentes, saludando con sombrero ajeno, primer elemento de realidad sin sentido, pues quien soñó e hizo realidad dicha obra, fue Jacobo Árbenz Guzmán, un pequeño busto en el cruce entre Puerto Barrios y Santo Tomás de Castilla, escondido entre ficus, da cuenta del estadista. De esa fecha al día de hoy, solo se han realizado bacheos, reparaciones, recapeos, etc., pero en sesenta y tres años, ni un solo gobierno ha sido capaz de plantearse una nueva carretera, a la altura de las necesidades de uno de los dos principales puertos del país y del desarrollo y crecimiento del comercio y la población, ni uno solo. A lo sumo, se ha aceptado como donación, la construcción del tramo entre la Ciudad Capital y El Rancho (el cual, ya presenta serios deterioros). Es decir, otra vez, la realidad sin sentido, supera cualquier intento de fantasear con una supercarretera de cuatro carriles, que agilice el paso de transporte pesado, comercial, particular, de pasajeros, y demás. Al parecer, la realidad que nos han impuesto a golpe de latrocinio e ineptitud, puede más que nuestros sueños, y en lugar de hacer algo por abandonar el sinsentido de una carretera caduca, aceptamos el estado de las cosas como algo “normal”. Dejamos que quienes nos representan hagan poco o nada por el bienestar común, especialmente el del departamento de Izabal, y peor aún, aplaudimos sus chapuces a la hora de acercarse un momento electoral, tal cual está pasando por estas fechas. Esta manera de aceptar la normalidad es insostenible, inviable, insana, no puede volverse un viaje de trescientos kilómetros en uno sin fin, porque, así las cosas, solo con pantomimas de obra pública, el viaje va más allá que ir a Sto. Tomás, vamos por esa Carretera al Atlántico, hacia el futuro, que no llega, que cada vez se aleja más.
Además de no tolerar las payasadas preelectorales del Ejecutivo y diputaciones del departamento de Izabal, no podemos aceptar que los mismos sigan gobernando y riéndose de la normalidad a la que nos condenan. Tenemos las condiciones objetivas suficientes para que la economía de Puerto Barrios y Sto. Tomás de Castilla sean colosales, sean lo que Árbenz proyectó con esa carretera. Hace falta que dejemos la normalidad y soñemos, fantaseemos con un futuro al cual llegamos sin vergüenza y satisfechos de que la historia sin fin tiene su final cuando empezamos a actuar.