Danilo Santos
Es risible el discurso de Alejandro Córdova cuando dice “…sé que el pueblo confía en un verdadero Procurador de Derechos Humanos… y continúa, el PDH tiene que ser una persona objetiva, sin sesgo social ni ideología política (acentuando con tono y gesto esta declaración). Recalca que él “es un Comisionado del Congreso” (de la República). Agradece “a la Comisión de Derechos Humanos (del Congreso de la República) por realizar un proceso transparente y apegado a la ley”.
De 19 diputadas y diputados que integran la Comisión de Derechos Humanos del Congreso de la República, solo 4 son pro derechos, los demás, en su mayoría engrosan las filas de la ultraderecha en el país. La elección de un personaje como el nuevo PDH, era algo previsible. Tanto como lo era la reelección de Porras al frente del Ministerio Público. El Ejecutivo y el Legislativo están alineados en la tarea de aplastar el avance de lo que vaya en contra de los privilegios que el conservadurismo ha mantenido durante siglos en el país.
Las declaraciones del nuevo PDH solo denotan un discurso altamente ideologizado, donde queda claro que la ultraderecha post CICIG, está dispuesta a todo con tal de cooptar nuevamente al Estado.
El próximo año se cerrará ese círculo, las elecciones generales terminarán de aplastar cualquier atisbo de progreso en Guatemala, se viene una pléyade de candidaturas ultraconservadoras, que fácilmente rebasarán las raquíticas propuestas de partidos “progresistas” o claramente de vocación popular. Las élites económicas están tranquilas, las políticas también. Lo único que inquieta a ambas, es su relación con el Estado estadounidense. Falta ver si será la experimentada Zury la que aplacará la tensión con el país del norte o, es Manuel Conde quien se encarga de extremar la tensión. Sea quien sea, los códigos ultraconservadores relacionados con valorar el papel de la religión en la sociedad, el rechazo al cambio y sobrevalorar el orden, el valorar en exceso lo tradicional y rechazar los cambios, así como la exaltación del hipernacionalismo, serán la moneda de cambio de los próximos cuatro años a partir del 2024.
Por lo tanto, organizaciones sociales, defensores de derechos humanos, y cualquiera que no cierre filas con la visión de un país ultraconservador, serán atacados por el sistema. No cabe duda de eso. Por otro lado, no habrá ningún tipo de cobertura en la Procuraduría de los Derechos Humanos, más allá de la que proteja la visión controladora y antiderechos que mana desde el gobierno y el Estado guatemalteco.
Pasan los años, los períodos legislativos y presidenciales, y el retroceso en los Derechos Humanos en Guatemala es grosero. Estamos volviendo al punto donde el Estado de Derecho es lo que la derecha quiere y le conviene. No sé si dan cuenta o están dispuestos a plantar cara a ello, pero lo único que están forjando es un descontento que va más allá de los grupos que dicen combatir. Es momento de que la población se dé cuenta que quienes gobiernan y tienen secuestrado al Estado, esconden su mezquindad y avaricia detrás de los discursos de odio y la supuesta obediencia a Dios y el combate ideológico. Llegará el momento en que lo que cosecharán es lo que están sembrando, y el fruto será amargo.