Danilo Santos
De generación en generación se nos ha hecho conocer la “historia”, transmitiéndonos desde los espacios de socialización y los aparatos ideológicos del Estado, la imagen de aquello que debemos amar como patria. Sin embargo, aprenderse de memoria el guerrerismo de un himno criollo repetido por más de un siglo, aleja cada vez más la libertad, tanto como jurar «lealtad perenne, honor, sacrificio y esperanza hasta la hora de nuestra muerte», porque si, morimos, pero sin ser libres ni felices. Vivimos engañados, asustados y domesticados, a tal punto, que han logrado que nosotros mismos defendamos nuestra esclavitud.
Comprender el proyecto de desarrollo del país desde su fundación, es indispensable para entender porqué debemos transformarlo todo. Luego de 200 años, el resultado ha sido una sociedad empobrecida, inequitativa, excluyente y racista. Nacimos como finca y seguimos siéndolo. Expresiones presidenciales como “…los españoles nos trajeron identidad”, son un indicador del pensamiento fundador de la patria que se celebra cada 15 de septiembre. Sirve para entender por qué estamos como estamos. No Presidente, no nos trajeron identidad, nos la quitaron. A lo que usted llama identidad, es solo un remedo malinchista y folclorista de la patria impuesta por el criollo.
Negar desde la figura presidencial la identidad de los pueblos originarios es una ofensa y habla sobre la hipocresía del discurso de unidad nacional y que dice velar por los intereses de la población, lo que realmente nos está diciendo Giammattei es que, lo que debemos aceptar es la “uniformidad”, y que, además, debemos ser mansos y estar “agradecidos” con los patrones.
El legado de las Asambleas Constituyentes desde hace más de 170 años sigue vigente, y es por eso que estamos hoy aquí; jodidos, pobres, embrutecidos y divididos. Hasta la fecha, jamás se ha considerado a los pueblos en las decisiones de los contratos sociales, por buenas que hayan sido las constituyentes o legislaciones de la historia, en poco o nada tienen que ver sus constituciones y leyes, con independencia y con la integración, pero mucho o todo tienen que ver, con la dominación criolla y ladina, con la explotación indígena y campesina.
Esta patria la fundó el criollo, y él, venido a menos, nos sigue gritando desde sus podios y hemiciclos “…comed, comed vuestra miseria, desgraciados”.
La refundación del país es necesaria, esto puede hacer que se vean los verdaderos rostros de esta tierra, sus nombres y apellidos, que no son solamente Arzú Irigoyen, Giammattei Falla, Berger, Serrano Elías, Gaínza, Filísola, Sinibaldi, Granados, etc.; solo cuando se celebre que lo que esta tierra da, sirve para mejorar las condiciones materiales de vida de la población en general, y que no sea un solo pueblo el que domina a los demás, entonces podremos asomarnos a la libertad. Esto, requiere una nueva Asamblea Constituyente, pero ahora, plurinacional. O reinventamos el fuego y la alegría, o los merolicos y los fantasmas se seguirán mofando de lo que celebramos como libertad.
Cinco siglos después, es hora de escribir nuestras memorias con nuestra propia pluma.