Carlos Figueroa

carlosfigueroaibarra@gmail.com

Doctor en Sociología. Investigador Nacional Nivel II del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México. Profesor Investigador de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Profesor Emérito de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales sede Guatemala. Doctor Honoris Causa por la Universidad de San Carlos. Autor de varios libros y artículos especializados en materia de sociología política, sociología de la violencia y procesos políticos latinoamericanos.

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El fraude electoral tal como lo había concebido el bloque en el poder en Guatemala no salió como esperaban quienes lo diseñaron. Se trataba de hacer pasar a una segunda vuelta a una de las tres opciones que debería enfrentar a una segura ganadora de la primera vuelta: Sandra Torres de la Unión Nacional de la Esperanza. El bloque en el poder coloquialmente llamado Pacto de Corruptos hizo tres apuestas: Manuel Conde del partido Vamos, expresión de los intereses del gobierno de turno encabezado por Alejandro Giammattei; Zury Ríos Sosa, expresión del ala neofascista del mencionado Pacto de Corruptos a través del partido Valor aliado al Unionista; Edmond Mulet del partido Cabal, expresión de una derecha apoyada por un sector empresarial.

El plan era que uno de los tres pasara a la segunda vuelta y se enfrentara a una Sandra Torres quien durante quince años ha sufrido la propaganda negra del anticomunismo guatemalteco acusándola de comunista y corrupta. Absolutamente no es lo primero y es muy imputada en lo segundo. Más aún, después del tiempo que pasó en la cárcel acusada de financiamiento ilícito a su partido, salió totalmente domesticada y presumiblemente con acuerdos plenos con el Pacto de Corruptos. Al menos eso es lo que esgrimen quienes se enfrentaron a ella adentro de la UNE y ahora tienen expresión en el partido VOS.

El plan tuvo que ajustarse eliminando posibles competidores que ponían en peligro la fase 1 del fraude. Hacia la izquierda con la candidatura de Thelma Cabrera del Movimiento para la Liberación de los Pueblos (MLP) y hacia la derecha con Roberto Arzú y su partido Podemos y a un participante que inesperadamente creció en las encuestas, Carlos Pineda de Prosperidad Ciudadana. Estas tres candidaturas que ponían riesgo al fraude, fueron eliminadas para dejarle libre el paso a cualquiera de las tres permitidas por la creciente dictadura delincuencial de Guatemala.

La fase 1 del fraude no funcionó. Zury Ríos Sosa entró en caída libre en las preferencias electorales y otro tanto le sucedió a Edmond Mulet. Y al gobierno de Giammattei y a su partido Vamos no le alcanzó el acarreo y compra de votos para la presidencia, aunque sí para las diputaciones y las alcaldías. Quien entró a la segunda vuelta fue Bernardo Arévalo de Movimiento Semilla. La razón de fondo de ello fue el hartazgo de una parte importante del electorado (aproximadamente el 40%) con respecto a la cada vez más evidente presencia en el Estado de la delincuencia de cuello blanco y el crimen organizado.

Así las cosas, ha entrado en acción la fase 2 del fraude una vez que la fase 1 fracasó. Como es sabido la fase 2 consiste en aceptar por parte de la Corte de Constitucionalidad los amparos interpuestos por todos los partidos representativos del Pacto de Corruptos para hacer un recuento de los votos y por tanto que el Tribunal Supremo Electoral no califique ni oficialice los resultados iniciales de las elecciones del 25 de junio. Se trata de rebajarle votos a Bernardo Arévalo y tratar de meter a la segunda vuelta a la primera de las tres opciones de la gobernanza criminal: Manuel Conde de Vamos.

La fase 2 del fraude tiene tres serios problemas. El primero es que, tendrán que hacer del recuento un cochinero para quitarle a Bernardo Arévalo aproximadamente 219 mil votos y subirle a Conde otros tantos o más para hacerlo pasar a la referida segunda vuelta. El segundo es que, si esto fracasa y Bernardo finalmente pasa a la segunda vuelta, tendrán que apoyar a una candidata a quien la derecha ha desprestigiado a lo largo de tres lustros. El tercero es que tendrán que ver como acaban con una candidatura que a estas alturas representa para un creciente electorado una esperanza, una luz al final del túnel de la gobernanza criminal.

De manera oportunista Sandra Torres se apresta a jugar su inesperado papel de adalid del Pacto de Corruptos. El plan era que ella fuera una candidata a modo para ser derrotada en la segunda vuelta, como lo ha sido ya en dos ocasiones anteriores. Ahora se ha convertido en la abanderada de la corrupción y el crimen organizado. Para ello se ha unido al discurso anticomunista que se le aplicó en los procesos electorales pasados, ha retomado también el discurso ultraderechista sobre familia, género, diversidad sexual y ha renegado de su alegado pasado socialdemócrata. También se ha unido a la narrativa reaccionaria que de manera inverosímil argumenta que hubo un fraude que benefició a una fuerza opositora al Pacto de Corruptos.

Cuando escribo estas líneas sigue en el aire la moneda que decidirá el triunfo o fracaso de la fase 2 del fraude en Guatemala. La moneda da vueltas en el aire mientras el Departamento de Estado de EE. UU., la Unión Europea y la OEA han expresado su desacuerdo con la mencionada fase 2. Cuando se publiquen estas líneas, esta moneda acaso ya esté en suelo y sepamos si sigue abierta la esperanza a pesar de la posibilidad de una fase 3 (adulteración de resultados en la segunda vuelta), o si por el contrario ha prevalecido el Pacto de Corruptos en contra de la voluntad popular y aun en contra del establishment internacional. O puede suceder que la moneda siga en el aire indefinidamente y que presenciemos un golpe de Estado al estilo del neogolpismo.

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