Carlos Figueroa Ibarra
En un artículo de hace unos días, el jurista Ramón Cadena dice: “En Guatemala, el Estado de derecho está en vías de extinción. Mientras tanto, el Estado autoritario crece, se reproduce y se ensancha”. En El Estor, los habitantes del municipio viven en carne propia lo que el abogado asevera. Unos ochocientos efectivos de la policía nacional han tomado el lugar, se pasean en las calles de la cabecera, han instalado retenes policiales desde los cuales se pide a los vecinos identificarse, han allanado decenas de casas en las cuales viven los integrantes de las autoridades ancestrales del municipio, se ha capturado a varias personas acusadas de delitos que van desde violencia intrafamiliar, portación de armas de fuego, homicidio etc.
Son delitos de los cuales se les acusaba a estas personas desde hace varios años y a las cuales ahora se les hace efectivo su arresto. Ninguno de los capturados lo ha sido por su resistencia a las operaciones de la mina de litio que provocó la instauración del Estado de sitio en el municipio el 24 de octubre. Caso emblemático es el de Bernardo Bin Poou, quien fue capturado ilegalmente porque ya está sujeto a proceso, se le han dictado medidas sustitutivas y está pendiente de juicio. Se trata de aterrorizar a la gente. Es el terror del gobierno civil de la acumulación neoliberal que le da continuidad al terror contrainsurgente de la época de la dictadura militar.
Lo que se vive en El Estor es representativo de lo que se vive en muchas otras partes de América Latina. Y acaso sea el sentido de lo que se está viviendo en el mundo si es que aceptamos el planteamiento del filósofo italiano Gyorgio Agamben en su libro “Homo Sacer. El Poder Soberano y la Nuda Vida”. Agamben parte del estatus de todos aquellos que por algún delito cometido eran desciudadanizados en la antigua Roma y dejaba de ser un crimen el que se les asesinara. Eran no-personas a los cuales se les aplicaba una suerte de Estado de excepción permanente. Este Estado de excepción en el cual las leyes que protegían su vida cuando era ciudadano, dejaban de existir y la no-persona quedaba desnuda frente al poder.
La vida nuda y el Estado de excepción son cada vez más frecuentes dice Agamben. Y son los migrantes un ejemplo de esta situación. El migrante, desciudadanizado, extranjero, convertido en una otredad que se vuelve negativa gracias a la xenofobia. Lo que Agamben no desarrolla es que para vivir la nuda vida, no se necesita ser migrante extranjero e indocumentado, o integrante de una nacionalidad oprimida como los palestinos. El neoliberalismo coloca a cientos de millones de personas en esta situación gracias a la miseria y la vulnerabilidad que la misma provoca. Y en un contexto como éste, el Estado de derecho se vuelve una realidad asfixiante. El Estado de sitio, el Estado de excepción, se vuelve una realidad necesaria para la acumulación neoliberal. Esto es lo que vemos ahora en El Estor.