Se ha cumplido el primer año del gobierno de Bernardo Arévalo. Quienes nos identificamos con las ideas del “progresismo” no imaginábamos que lo íbamos a tener de Presidente. Y eso mismo pensaron las redes político criminales. Por eso no utilizaron la institucionalidad cooptada para sacarlo de la contienda electoral. Para decirlo en lenguaje coloquial, se les “coló” a la segunda vuelta.
Pero en el período transcurrido entre el 25 de junio y el 20 de agosto del 2023, Bernardo Arévalo se convirtió en un líder nacional. En la primera vuelta obtuvo 654,534 votos (15.51%), mientras en el balotaje logró 2,442,718 votos (60.91%). Pero a esa diferencia cuantitativa en el resultado electoral, por significativa que sea, hay que agregarle una consideración cualitativa. Vimos un candidato cuyo discurso pudo movilizar la conciencia ciudadana y crear grandes expectativas políticas. Haber tenido de oponente a Sandra Torres sin duda contribuyó a su triunfo, dado el antivoto que ella tuvo, derivado de su degradación ética. Pero eso no quita valor a la capacidad que el candidato vertiginosamente tuvo de expresar las aspiraciones ciudadanas.
Luego, en el período comprendido entre el 20 de agosto y el 14 de enero, la institucionalidad cooptada por las redes político criminales hicieron todos los esfuerzos posibles por impedir que tomara posesión como Presidente. Y fueron las autoridades ancestrales y los campesinos quienes defendieron el triunfo electoral de Bernardo Arévalo. El gobierno estadounidense, mejor dicho los demócratas, apoyaron y presionaron para que se respetara la voluntad democrática expresada en las urnas.
Hoy, un año después, el presidente Arévalo en un mensaje a la ciudadanía dijo: “Les pido que no pierdan la fe”. Me parece que esta oración es muy pertinente, que es trascendental, y que plantea un reto, tanto para él y su gobierno, como para la población.
Afirmo lo anterior porque las expectativas creadas con su llegada al gobierno fueron inmensas y, obviamente, desproporcionadas con relación a los resultados obtenidos hasta ahora, dadas las condiciones políticas prevalecientes.
Es frustrante, principalmente para los pueblos indígenas que lucharon por ello, que la Fiscal General siga en su cargo y que no pueda ser removida por el Presidente. También es lamentable la casi nula participación de indígenas en su gobierno. La “gente” reacciona con desesperación ante las limitadas ejecutorias de muchos de los ministerios. Quienes siguen en el exilio por haber defendido la justicia y la libertad de expresión quisieran estar de vuelta en el país para continuar sus cruzadas. Los campesinos quisieran que el Acuerdo Agrario firmado por el Presidente tuviera un mayor nivel de cumplimiento. En fin, hay muchas frustraciones.
Sin embargo, hay algo fundamental que suele ignorarse. Es más fácil ver lo que falta que lo que se ha logrado. Es más sencillo inconformarnos con lo que tenemos, que recordarnos de lo que teníamos. Si las redes político criminales hubieran logrado evitar que Bernardo Arévalo tomara posesión de la Presidencia y que uno de sus secuaces usurpara tal posición, lo que tenemos ahora, por poco que pudiera ser para algunos -o para muchos-, sería imposible.
Por eso, es oportuna y significativa la frase del Presidente con la cual titulo la presente columna, “Les pido que no pierdan la fe”.
Pero esta sabia petición solo puede tener sentido si el Presidente, su gobierno y los diputados oficialistas actúan al unísono para responder a las expectativas que el triunfo de Bernardo Arévalo provocó en el pueblo.
El año 2025 es para gobernar, señor Presidente, no para sobrevivir.