A partir de lo sucedido en el MARN con la utilización para fines personales, familiares, de recursos públicos asignados a la ahora ex titular de esa cartera, el Presidente Arévalo informó a través de su cuenta en la red X, que había hecho ver a la entonces aún ministra el error que había cometido y que bajo ninguna circunstancia eso podría volver a suceder.
Era de esperarse de parte de la ex Ministra que reaccionara con buen criterio político y a partir de esa reprimenda presidencial renunciara a su cargo, lo cual lamentablemente no hizo.
En ese contexto, el pasado domingo, la Vicepresidenta emitió un mensaje por la misma red, donde decía que “en lo personal” le parecía inadmisible lo sucedido en el MARN y dijo que aunque respetaba la línea de acción dictaminada por el Presidente, ella estaría “abordando este tema en el Gabinete de Gobierno”. Hubo muchas reacciones en las redes sociales de simpatía con dicha posición.
Casi al mismo tiempo, el Presidente Arévalo anunció la destitución de la Ministra.
A mi parecer, la Vicepresidenta cometió un error político. En primer lugar ella no puede hablar “en lo personal”. Con la envestidura que tiene ya nada es personal, no digamos sus posicionamientos políticos. Sin quererlo, porque se de su buena fe, dejó muy mal parado al Presidente. Ahora parece que ella es la firmeza andando frente a la mesura de Bernardo Arévalo.
El error cometido por la ex Ministra es grave, no porque sea expresión de un hecho relevante de corrupción. Eso sería una exageración. Pero no cabe duda que es una conducta intolerable y que erosiona la legitimidad del gobierno para lucha contra la corrupción. Los funcionarios de alto nivel tienen que ser exageradamente escrupulosos en el resguardo de los recursos públicos que están a su disposición. Cualquier despilfarro o mal uso de ellos impacta en la credibilidad del nuevo gobierno. Por eso, la ex Ministra debió renunciar de inmediato.
Ahora bien, la reacción de la Vicepresidenta lo que mostró fue su obvia inexperiencia política y la debilidad de reaccionar de manera precipitada, sin medir las consecuencias de tal proceder.
Es de esperar que esta contradicción se supere y que no tenga ninguna secuela. El Presidente debe tener en la Vicepresidenta su leal compañera para el ejercicio del poder político. El binomio es tal, no debe haber contradicciones entre ellos.
Si la Vicepresidenta no entendiera el error que cometió podría derivar esta conducta en una lamentable imagen de lucha de poder con el Presidente, aunque no fuera realmente así.
Este gobierno debe seguir siendo el de Arévalo y Karin y ella debe entender su rol, no únicamente en función de la que le manda la Constitución, sino que también en las consecuencias políticas que tiene cualquier cosa que haga. La crítica velada (aunque realmente no fue tan velada) al Presidente debilita al gobierno.
La mesura que caracteriza a Bernardo Arévalo a veces produce reacciones de inconformidad entre quienes pudiéramos querer decisiones y acciones contundentes de parte de él.
Ambos, Arévalo y Karin, deben aprender de esta desafortunada situación. La mesura es sabia, pero en exceso es paralizante. La Vicepresidenta debe entender que no tiene “opinión personal”. La suya es opinión oficial del Gobierno y el gobierno es sólo uno.