Adrian Zapata

zapata.guatemala@gmail.com

Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

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El entrecomillado de la palabra izquierda tiene un significado que me interesa resaltar y es que no hay una sola izquierda. En ella participan diversas corrientes, hay cierta pluralidad.

Haciendo un análisis histórico encontramos que a partir de la firma de la Paz (1996), las primeras elecciones fueron en 1999. Allí participó una sola izquierda, la tradicional que había firmado la paz y transitado de ser un frente guerrillero a un partido político legal. Me refiero a la URNG, que obtuvo un meritorio tercer lugar, con más del 11% de los votos emitidos.

Ocho años después, en el 2007, el desempeño electoral de las izquierdas, para entonces ya no había sólo una, en la primera vuelta fue el siguiente: tres partidos obtuvieron el 5.80% de los votos, entre ellos la URNG, que apenas obtuvo el 2.14%. O sea que dicho partido pasó de ser la tercera fuerza política nacional en 1999 a constituirse en una expresión marginal, situación de la cual ya no se recuperó. Álvaro Colom, excandidato de la izquierda en 1999, en esta ocasión triunfó en una segunda vuelta con el 56.5% de los votos, ya distanciado de ella.

En las últimas elecciones presidenciales (2019), las izquierdas (6 partidos políticos) obtuvieron el 20.71% de los votos, de los cuales la mitad correspondieron a un nuevo partido político de orientación indigenista, el MLP, que aportó el 10.37% de los mismos (se posicionaron entonces como la tercera fuerza política a nivel nacional, aunque dicho resultado pareció ser expresión de un voto de indignación ante la política tradicional y no una identificación con su orientación ideológica). La izquierda “tradicional”, la URNG, desde su ya consolidada marginalidad, obtuvo el 2.16% de los votos. La UNE, que en ese momento ya se encontraba fuera del espectro político de las izquierdas, obtuvo el 25.53% de los votos emitidos, con Sandra Torres como su candidata a Presidenta.

Ahora, en el actual proceso electoral, existen 5 partidos políticos de izquierda, que postulan a tres candidatos a la presidencia. El MLP fue sacado de la contienda ya que la “alianza perversa” (mafias político criminales, algunas de las principales élites empresariales y el narco) invadidas de terror decidieron utilizar la institucionalidad que tienen cooptada para no permitir el riesgo que el MLP pudiera llegar a disputarles el poder estatal que ahora sustentan. Quedan cuatro partidos políticos de izquierda en la contienda, dos de ellos participando en coalición. Los cuatro partidos, según las últimas encuestas, están en una posición marginal.

Las conclusiones que pretendo expresar a partir del apretado análisis histórico referido son, en primer lugar, la tremenda responsabilidad histórica que tienen las izquierdas en Guatemala, ante su incapacidad de unirse en una “convergencia virtuosa” no sólo para enfrentar a las derechas, sino que para estar en condiciones de parar la brutal cooptación de la institucionalidad estatal que ejerce la “alianza perversa” anteriormente mencionada.

Así las cosas, la segunda conclusión es que la tendencia del “progresismo” (expresión de la pluralidad de la izquierda) que está presente en América Latina no tiene correspondencia en la realidad guatemalteca, al menos hasta ahora.

En ese contexto, los votantes cuya ideología política podría catalogarse como proclives al “progresismo”, no tienen opción político electoral en Guatemala, donde derrotar la “alianza perversa” resulta un paso necesario, aunque sin duda insuficiente.

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