Adrian Zapata

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Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

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Por Adrián Zapata

Siguiendo el ejemplo de su antecesor, Jimmy Morales, quien cambió la sede de nuestra Embajada en Israel para Jerusalén para ganarse la simpatía de los Estados Unidos, Giammattei viajó a Ucrania para buscar cómo neutralizar la posición crítica de dicho gobierno hacia su gestión y los aliados que lo sostienen. Morales logró que Trump le quitara su apoyo a la CICIG y, a partir de allí, se crearon las condiciones políticas para poder expulsarla, terminar la lucha contra la corrupción y la impunidad y construir la Convergencia Perversa (redes político criminales, élites empresariales y narcotráfico) que ahora tiene cooptada la institucionalidad estatal para revertir los avances coyunturales que en tal cruzada se habían logrado.

El aislamiento internacional que sufre el Gobierno de Guatemala, particularmente en relación a los Estados Unidos y la Unión Europea, lo lleva a la decisión política de intentar neutralizarlo identificándose con una causa que es relevante para esos países. Su esfuerzo está dirigido a ubicarse como un aliado de los intereses geopolíticos de los Estados Unidos y la subordinada Europa. Con esta acción el gobierno guatemalteco y sus aliados en los otros organismos de Estado desnudan la falsedad de sus reivindicaciones sobre la soberanía nacional y de rechazo a la intervención extranjera en Guatemala. Muestran con grosería su servilismo ante los intereses geopolíticos de los Estados Unidos, porque se arrastran hasta Ucrania para apoyarlos, sin que sea solicitada tal conducta rastrera.

Está claro entonces que, con esta visita, Giammattei no le está hablando a los guatemaltecos, ni a Zelensky y menos aún a la población víctima de una guerra de naturaleza geopolítica entre Estados Unidos y Rusia, que ahora se libra en Ucrania. Desde su trinchera de corrupción e impunidad le habla al establishment estadounidense, pese a que respira nostalgia por la época “Trumpiana”. Es una medida desesperada ante el aislamiento internacional que merecidamente sufre.

El éxito de esta burda acción reptil será muy limitado. Más allá de convencionales declaraciones oficiales del gobierno estadounidense calificando positivamente esta visita, sus intereses en el “Triángulo Norte” de Centroamérica son estratégicos, ante los cuales el servilismo de nuestro Presidente difícilmente tendrá el efecto que él pretende.

Con relación a Guatemala, Giammattei tendrá un nuevo costo político. Estando en el sótano de la aceptación ciudadana (penúltimo lugar en relación al resto de países latinoamericanos), el rechazo se incrementará porque la población no puede entender cómo su Presidente puede estar tan dramáticamente afectado ante una tragedia lejana y, al mismo tiempo, tan indiferente frente al hambre, la pobreza y la exclusión que sufre la mayoría de la población guatemalteca. Le será difícil aceptar que este personaje pueda mostrarse tan sensible en su discurso en esas distantes tierras y tan iracundo, prepotente e intolerante acá en Guatemala.

Sin embargo, Giammattei y sus aliados en Guatemala saben que pueden arriesgarse a sufrir esos costos políticos nacionales, ya que los actores contestatarios ante la cooptación institucional que ejerce la Convergencia Perversa que él encabeza, lamentablemente no han logrado construir una Convergencia Virtuosa de oposición (social y política) capaz de enfrentarlos con éxito.

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