Adrian Zapata

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Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

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Por: Adrián Zapata

La semana pasada el presidente Giammattei, luego de haber decidido la continuidad de la cuestionada Consuelo Porras como Fiscal General, retando las presiones internacionales, particularmente las de Estados Unidos, dijo: “No me van a invitar a la Cumbre. De todos modos ya mandé a decir que no voy a ir”, previendo que no sería invitado a la controversial Cumbre de las Américas a celebrarse en California el mes entrante.

Sin embargo, Biden lo ha invitado formalmente y toca ahora a Giammattei decidir si mantiene su decisión o la cambia y asiste. Falló su cálculo sobre la exclusión que sufriría. Hay que enfatizar que esa posición de “dignidad” de Giammattei nada tiene que ver con el movimiento latinoamericano y caribeño que se resiste a aceptar la oprobiosa injerencia de Estados Unidos en América Latina, que se toma el derecho de decidir quiénes participan y quiénes no en una cumbre que es continental.

El gobierno estadounidense enfrenta el riesgo del fracaso estrepitoso de “su” Cumbre y hace esfuerzos por rescatarla. Esto sería un fiasco más, de cara a su agudo deterioro interno. Los 14 países integrantes de la Cuenca del Caribe, CARICOM, muy probablemente no asistirían a ese evento si se mantiene la exclusión anunciada por Biden respecto a Cuba, Nicaragua y Venezuela. Los presidentes de Ecuador, de Argentina y de Honduras apoyan la no  exclusión. Igual posición tiene Chile. Y el Presidente de Bolivia anunció que tampoco asistiría si se mantiene esa posición excluyente de los Estados Unidos. AMLO, el presidente mexicano, ha dado a Biden un sabio consejo: «Creo que la Cumbre podría ayudar a iniciar una política nueva y le tengo confianza al presidente Biden… Además, dijo que podría ser momento de una nueva etapa, no caracterizada por la hegemonía, por el predominio, por el injerencismo, por las imposiciones, sino por las relaciones de amistad, de cooperación, de unidad de los pueblos. Y creo que es el tiempo…” clic aquí.

Como se ve, Giammattei no está a la altura de esa dignidad. Su supuesta defensa de la soberanía no es por la autodeterminación de los pueblos, sino por la continuidad de las redes político criminales y los empresarios que allí convergen en la cooptación del Estado. Veremos hasta dónde llega su oportunismo, pero de todos modos saldrá perdiendo. Si mantiene su decisión de no ir, ésta para nada tendrá que ver con ese movimiento latinoamericanista. Nadie se engañaría con esta coincidencia oportunista. Y si decide ir aunque Biden no rectifique su hegemonismo desfasado, evidenciará una conducta farsante. Y, al mismo tiempo, se expondría a nuevas presiones, ya en el contexto de ese evento. Recordemos lo sucedido hace algunos años en Panamá, en una Cumbre similar, cuando Obama aprovechó un fugaz encuentro con el entonces presidente Pérez Molina, para presionarlo, infructuosamente por cierto, en su decisión de escoger a Claudia Paz y Paz para su continuidad como Fiscal General y evitar así que se eligiera a otro candidato (a), como sucedió con la selección de Thelma Aldana, entonces cuestionada por la CICIG.

Mientras tanto, nosotros, los guatemaltecos (as), moderemos nuestro entreguismo a los Estados Unidos como el “salvador” de nuestra democracia. Esa es una tarea que nos corresponde, más allá de nuestras ideologías políticas, sin dejar de reconocer que los apoyos de ese gobierno y de otros del mundo son, sin duda, altamente valiosos. Ni más, ni menos.

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