Adrian Zapata

zapata.guatemala@gmail.com

Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

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Por: Adrián Zapata

Con ocasión de lo que está sucediendo en el país relativo a la cooptación de la justicia por parte de poderes perversos y, en las últimas horas, con la renuncia que presentó la valiente jueza Erika Aifán y su exilio en Estados Unidos, he escuchado dos frases que me parecen muy significativas, con las cuales titulo la presente columna.

Quien me expresó la primera, argumentó que las acciones ejecutadas por el gobierno de los Estados Unidos están relacionadas con la defensa de la independencia de la justicia en Guatemala, que es un interés nuestro.

Quien me expresó la segunda, afirma que Guatemala no tiene posibilidades de revertir la cooptación de la justicia. Que la única posibilidad de lograrlo es lo que puedan hacer los Estados Unidos. ¿A qué puerta se puede tocar? Es más, le parece necesario que el gobierno de ese país realice acciones mucho más contundentes, a partir de reconocer el carácter hegemónico de dicha potencia mundial, particularmente en su “patio trasero”.

Las argumentaciones anteriores suenan muy lógicas y tienen hechos concretos que las sustentan. Sin embargo, entendiendo la angustia de quienes luchan por la causa de la independencia judicial y, aún más, de quienes sufren las consecuencias de esa cooptación, las frases referidas requieren una reflexión mucho más profunda y estratégica.

No hay “injerencia buena” versus “injerencia mala”. La injerencia es una afrenta a la soberanía de los países, siempre en riesgo ante las pretensiones imperialistas de las potencias hegemónicas. Pero el atentado contra ella se define por elementos sustanciales, no formales. Resistir las presiones internacionales para evitar que se consume la cooptación de la justicia no es, de manera alguna, defender la soberanía de nuestro país. Veamos un ejemplo muy emblemático en la coyuntura actual: la presencia de un Embajador en una audiencia en un juzgado para apoyar a alguien cuya situación jurídica se discute allí. Esta acción no puede ser bien vista en ningún país. Sin embargo, todo análisis debe hacerse en un contexto determinado, no simplemente desde la abstracción. Y, por ello, en este caso y otros similares, evocar la defensa de la “soberanía” para criticar dichas conductas, no tiene ninguna legitimidad, porque lo que realmente se defiende no es la libre autodeterminación de los pueblos, sino que la cooptación de la justicia por parte de las redes político criminales, el narcotráfico y élites empresariales que convergen en esta estrategia perversa.

Repitiendo lo que he dicho reiteradamente: hay una afortunada coincidencia entre nuestro interés, como guatemaltecos, de detener y revertir la cooptación de la institucionalidad pública y el de Estados Unidos de no tener en su “patio trasero” un Estado en manos de poderes criminales que no son funcionales a sus intereses de “seguridad nacional”. Eso es lo que explica las acciones de los Estados Unidos y la ilegítima defensa de la soberanía que ahora hacen los poderes que han cooptado la institucionalidad referida.

Pero el extremo de lo que aquí analizo es la segunda frase del título de esta columna: la entreguista conclusión que “sólo nos quedan los gringos”. La solidaridad internacional es fundamental para librar estas luchas, pero no puede sustituir el rol de los actores internos. Por eso, la prioridad es construir esa amplia concertación de orden social y política para derrotar la cooptación. Ojalá el exilio de la Jueza Aifán y de aproximadamente 15 operadores de justicia sea la chispa que logre prender la indignación ciudadana que conduzca a la racional conclusión de construir urgentemente la concertación movilizadora que revierta la cooptación criminal del Estado guatemalteco.

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