Adrian Zapata

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Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

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Por: Adrián Zapata

Hace pocos días el sector empresarial, de la mano con el gobierno de Giammattei, se manifestaban efusivos porque el crecimiento económico en el año 2021 será del 7.5 por ciento, lo cual no se lograba desde hace muchos años. Lo mostraban como un triunfo de ambos y se vanagloriaban con ello. Esta satisfacción se daba en el marco de una también celebrada “recuperación” de la institucionalidad estatal, especialmente de las Cortes y del Ministerio Público, para su control. Creen que nunca más habrá resoluciones judiciales contrarias a sus visiones e intereses y que la impunidad de los mafiosos está garantizada de ahora en adelante.

Sin dejar de valorar ese resultado macroeconómico, no se puede dolosamente manipular sus alcances, porque una buena parte de él está referido a la exportación de la pobreza (los migrantes) y, porque la distribución de dicho crecimiento seguirá el patrón de concentración de la riqueza predominante en Guatemala.

Pero los empresarios y las derechas en general, poquitos días después, se sienten “preocupados” (la mejor palabra podría ser asustados), ante el rotundo éxito de la izquierda chilena, logrado con una gran ventaja frente al candidato de extrema derecha y con la más alta participación electoral de la ciudadanía. Pienso que esa opción ganadora más que simplemente izquierda, expresa lo que se conoce como el “progresismo”, en este caso chileno.

Hay quienes, con la mejor buena fe, piensan que los empresarios guatemaltecos, tan voraces y ahora lamentablemente alineados implícitamente con el llamado “pacto de corruptos”, tendrán la capacidad de asimilar lo que está pasando en el sur del continente, con la polarización social y política prevaleciente y buscarán caminos de inclusión para que en Guatemala no se produzca un proceso, probablemente caótico, de recomposición sistémica. Un joven político guatemalteco, que tiene genes democráticos, con sabiduría advertía que la transformación en nuestro país se daría “por diseño” o “por desastre”, pero reconocía que poco a poco a los moderados no les irá quedando más alternativa que radicalizarse.

Está claro que para el “progresismo” distanciarse del radicalismo extremo es necesario para que puedan efectivamente impulsarse los cambios estructurales, económicos, sociales y políticos que se requieren, relativos a condiciones seculares, pero profundizados por el neoliberalismo. Esto parece ser una de las principales tareas de Gabriel Boric para poder gobernar e impulsar las transformaciones que plantea para Chile.

Este “progresismo” expresa la reivindicación de la política para superar su perversión. No es fuera de la política donde radican las soluciones. El recambio generacional es una piedra angular, así como la ampliación de las identidades que lo nutren (feminismo, ambientalismo, regionalismo en lugar de concentración del poder, relevancia de las manifestaciones culturales, particularmente de los pueblos indígenas, libertades sexuales y reproductivas, etc.), pero sin perder la brújula de las principales contradicciones sociales que subyacen en esa gama de “ismos”.

Chile está escribiendo una nueva página de su historia, después del triunfo de la democracia, cuando la concertación hizo posible la transición después de Pinochet. Es altamente significativo que el próximo gobierno coincida con el proceso de construcción de una nueva Constitución. Es también prominente el reto de gobernar desarrollando la capacidad de concertar (otra vez la misma y necesaria característica inherente a la política en general y a la democracia en particular) con un Legislativo sin el cual la eficacia del Ejecutivo se limita sustancialmente.

Hay que aprender…

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