Adrian Zapata

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Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

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Por: Adrián Zapata

El pasado 9 de noviembre, el Presidente Mexicano, AMLO, presentó ante el Consejo de Seguridad, máximo órgano de Naciones Unida, la propuesta que denominó “Programa Mundial por la Fraternidad y el Bienestar”, el cual estaría dirigido a los 750 millones de personas que en el mundo viven con menos de dos dólares diarios. Para impulsar este ambicioso programa se recaudaría un billón de dólares a partir de tres principales fuentes, que serían las siguientes: “El cobro de una contribución voluntaria anual del cuatro por ciento de sus fortunas a las mil personas más ricas del planeta. Una aportación similar por parte de las mil corporaciones privadas más importantes por su valor en el mercado mundial. Y una cooperación del 0.2 por ciento del PIB de cada uno de los países integrantes del Grupo de los 20”. Anunció que “los recursos de este fondo deben llegar a los beneficiarios de manera directa, sin intermediación alguna”, para evitar que se queden en las burocracias de los llamados ONGs. Se entiende que sería un programa social de transferencias monetarias directas.

Previo a presentar esta propuesta, utilizó buena parte de su tiempo para abordar el tema de la corrupción, señalando la responsabilidad que ella tiene en las condiciones de vida de los pobres. Esta aclaración es muy pertinente, porque es un aspecto esencial para impulsar el Programa que propone, puesto que si ella no se enfrenta el Programa podría resultar siendo un botín para la corrupción.

Es relevante señalar el lugar y el momento donde el Presidente mexicano anunció su propuesta. México asumió en esa sesión la Presidencia mensual del Consejo, “lo más parecido a un gobierno mundial”. Dejó claro que no llegaba a ese organismo a hablar de seguridad “como sinónimo de poderío militar”, sino recordando las palabras de Frankln Delano Roosevelt cuando se creó la ONU: “el derecho a una vida libre de temores y miserias, que sigue siendo el más sólido fundamento de la seguridad para todas las sociedades y los Estados”.

AMLO aprovechó la oportunidad de presidir el Consejo para comparecer personalmente en su carácter de primer mandatario del país que asume la presidencia pro témpore. Sentado a la par del Secretario General de la ONU, el señor Antonio Guterres, en una corta alocución presentó su propuesta. Adelantó que México expondría con más detalle el contenido de la misma en la próxima reunión de la Asamblea General de la ONU.

Los primeros en responder fueron los Embajadores de Rusia y China, argumentando que ese órgano no es el pertinente para conocer la propuesta, ya que existen otros espacios para ello, particularmente la Asamblea General y el Consejo Económico y Social. Este es un argumento formal que si bien podría tener sentido procedimental, no considera el peso político que tiene haber hecho el planteamiento ante el máximo organismo de la ONU, como la puerta de entrada para que los órganos pertinentes lo conozcan a profundidad.

Sin duda AMLO ha llevado a la ONU la voz de los pobres y excluidos. Su propuesta podría ser una manera sustancial a través de la cual Naciones Unidos impulse una acción concreta para alcanzar los ODS, los cuales esgrime como discurso, transfiriendo la responsabilidad de alcanzarlos a los países que enfrentan condiciones mundiales adversas para ello.

No faltarán las descalificaciones a esta iniciativa y a quien la propuso. Irán desde atribuir ignorancia al ponente por el foro escogido, hasta descalificar el impacto de las transferencias a los pobres, caracterizándolas como populistas y paternalistas, desconociendo la evidencia sobre el impacto de estos programas para reducir la pobreza, siempre que se consideren como transitorios, porque el tema de fondo es el crecimiento económico inclusivo y el Estado fortalecido al centro de las políticas de desarrollo.

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