Dra. Ana Cristina Morales Modenesi
Para vivir el ser humano necesita de los alimentos para saciar el hambre corporal y de las caricias y ternura para saciar el hambre del alma.
Oscar Wilde, escritor británico, dijo: “En el arte, como en el amor, la ternura es lo que le da fuerza”. Y la ternura hace referencia al cariño, a la empatía, al respeto, a la suavidad y amabilidad de una persona hacia otra, o como expresión de lo que se considera bello o trascendente.
En ocasiones, no se está preparado para expresar la ternura, ya que muchas veces ha sido descalificada por ser asociada de manera peyorativa con la debilidad. O porque el dolor psíquico ha dejado cicatrices profundas que provocan falta de sensibilidad para apreciarla. Pero la ternura es una fortaleza de los seres humanos que son capaces de expresar amabilidad, respeto y cariño. Por lo cual, esta se convierte en un hermoso privilegio.
Se puede sentir ternura al observar con admiración y cariño diferentes situaciones, que son consideradas hermosas y también nos llevan al asombro. La ternura nos conecta con algo más y con otras personas. Por ejemplo: al observar a un bebé, a un anciano, al internarnos en la lectura de una historia, a las caricias al tacto, al oído, a la mirada, al recordar un olor, al degustar algo. Es decir, la ternura es todo aquello capaz de profundizar el alma, proporcionar serenidad y afecto, aliviar el dolor y permitir sentir regocijo.
Con la ternura valorizamos al otro o a algo, pero no lo observamos como inferior. Si no, como un ser valioso que anhelamos cuidar y proteger. Que prodigamos de halagos y nos brinda la oportunidad de librarnos de intereses propios.
Y como una última definición, podríamos decir también que la ternura es un sentimiento de afecto que se manifiesta de forma desinteresada, y nos impulsa a desear proteger y cuidar a un objeto o sujeto que consideramos delicado o frágil y que necesita de nuestro amparo.