Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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Cien días, doscientos, no sabemos cuántos, pero lo importante no es el tiempo, sino lo que se hace dentro de él y voy a ejemplificar lo que viene sucediendo en nuestro hacer político, que hasta el momento apunta a lo mismo, con una analogía médica y un juicio de un filósofo, sociólogo y psicólogo moderno.

A mediados del siglo XIX el médico Édouard de Lamare escribió Sobre la Curación de la tisis pulmonar por helicina, en donde presenta la siguiente anécdota: Hace veinte años conoció una casa en la que, tras mudarse, uno de los inquilinos más sanos, pronto desarrolló tisis y murió allí. Después de él, rápidamente ocupó el apartamento un nuevo inquilino de constitución muy fuerte y excelente salud, y él conservó todos los muebles, incluso las cortinas y las sábanas sobre la cama que había usado el inquilino anterior. Unos meses más tarde, a pesar de todo esto, de repente desarrolló tisis y murió en la misma habitación, que parecía contener todas las condiciones necesarias para un hogar saludable. El tercer inquilino, que tampoco hizo renovar la tapicería y contenidos del dormitorio, pronto empezó a presentar todos los síntomas de tisis, por lo que rápido falleció. A partir de entonces, nadie quiso vivir en este apartamento, por lo que permaneció vacío durante mucho tiempo. Finalmente, un inglés se instaló, el alquiler era casi gratis, pero mandó renovar la tapicería y todo lo que anteriormente utilizaban los inquilinos fallecidos.

Lo que se puede extraer de esa anécdota en el plano político es que sin cambios estructurales, funcionales e institucionales, todo sigue igual. Esperar que habrá mejor elección de cortes y jueces por conciencia de electores es locura. El cuarto para el fraude permanece igual, no cambia la estructura. Hacia un cambio de estructura política para elegir cortes, hacia eso debe apuntar la acción del actual gobierno si quiere cumplir con lo prometido. De lo contrario va a actuar:  aliviar dolor sin extraer tumor.

Pero ese cambio en solitario resulta insuficiente si no se produce otro cambio y acá hay una situación que debe romperse y que fue descrita por el alemán Max Horkheimer que hablando de la estructura social de nuestro tiempo nos plantea con claridad una jerarquía de poder y acceso financiero y económico que debe romperse y él la plantea así: “Arriba están los grandes magnates de los diversos grupos de poder capitalista que, sin embargo, están peleando entre ellos; bajo ellos los magnates menores, los grandes terratenientes y todo el personal de los colaboradores importantes; debajo de ellos, divididos en capas individuales, se encuentran las masas de trabajadores autónomos y empleados de nivel inferior, trabajadores políticos, soldados y profesores, ingenieros y jefes de oficina hasta mecanógrafos; aún más abajo, los restos de las pequeñas existencias autónomas, los artesanos, los comerciantes, los campesinos y todos ellos, luego el proletariado, desde los estratos de trabajadores cualificados mejor pagados, pasando por los jornaleros hasta los desempleados crónicos, los pobres, los viejos y a los enfermos. Sólo bajo todo esto comienza cuál es el verdadero fundamento de la miseria, sobre el cual se levanta esta construcción, ya que hasta ahora sólo hemos hablado de los países capitalistas desarrollados, y toda su vida se sustenta en el horrible aparato de explotación que funciona en los territorios semicolonial y colonial, es decir, en la que es, con diferencia, la mayor parte del mundo [¡ahí estamos nosotros!]. Este edificio, cuyo sótano es un matadero y cuyo techo es una catedral, ofrece una hermosa vista del cielo estrellado desde las ventanas de los pisos superiores.

Ambos ejemplos lo que nos vienen a mostrar es que, si bien lo político y lo social están dotados de arquitectura y funciones diferentes, ambos son dependientes entre sí y complementarios.  Ambos deben descansar sobre Justicia y ley única y uniforme. Justicia y ley, es el alma de una Nación que se va desarrollando y es la fuerza que imprime solidez y garantía a la arquitectura tanto de lo político como de lo social, pero si en lo funcional falla una de esas estructuras, el bien común se desmorona, el estado se vuelve mediocre, ineficiente y partidista y se produce el choque entre ambas estructuras, haciéndose daño. De eso hemos alimentado esta Nación por siglos y no se ve que vaya al cambio.

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