Suele decirse que la esperanza se nutre de paciencia. Pasan los días, demandas, denuncias y acusaciones van y vienen a cortes y tribunales, pero lo único cierto es que los grandes Capos de la corrupción, poco a poco van evadiendo sus deudas con la justicia y haciéndose acreedores a libertades inmerecidas y quién sabe si volviendo a sus andadas. Por otro lado, hay muchos que aún andan libres por el terruño, mientras la justicia no hace más que perder el tiempo sin abrir casos, el Legislativo guarda silencio y el Ejecutivo va denuncia tras denuncia, sabiendo que ante el mal actuar de los otros dos, no puede abrigar que estén siendo investigadas y procesadas por la CGC, el MP o sentenciadas como debiera en las cortes.
Así que no cerremos ni vista ni oídos. La operación corrupción continúa ante las narices de las más altas instancias y a vista del público. Se puede hablar entonces de consentimiento y eso depende de quién lo diga. Quizá en estos momentos ese consentimiento no sea en el Ejecutivo y en el pueblo de voluntad propia y espontánea. Ambos en estos momentos están maniatados por una falsa democracia, que da poder al MP, CSJ y CC, de retorcer y retocar la justicia a su antojo e intereses. Es a ese actuar lleno de deshonestidad e injusticia de esas instancias, al que hay que poner punto y final; de lo contrario la jauría seguirá mordiendo lo que pueda al erario público y retorciendo los bienes del Estado.
El Estado adeuda a algunos de sus proveedores cientos de millones y lo que uno primero se pregunta es ¿fueron esas licitaciones claras y honestas? Y cómo se están pagando esas deudas ¿hay nuevas componendas en el pago para servirse de nuevo del gobierno para continuar sus fechorías? Yo creo que una persona o institución que actúa y trabaja con honestidad, cuando se rompe un contrato demanda y se va; pero no se vuelve cómplice de la corrupción. El peor error para mantenerla es aceptar la coacción y eso constantemente sucede abajo y arriba. Soy definitivo en esto: o se termina de una vez con el pasado, se le pone punto final, o este continúa siendo un presente perenne y funesto.
Los tiempos políticos requieren de serenidad y las épocas de inquietud, como las que han vivido todos los gobiernos democráticos, han sido malas para la mayoría de la población. La migración en todos los estratos de población, es un claro ejemplo del malestar. Suspender las búsquedas y no llegar a castigar los ardides del funcionario malandrín, es continuar viviendo en el pasado. Tampoco vale eso que es usual en el político de borrón y cuenta nueva. Eso más bien confunde e incrementa la magnitud del problema, pero actuar así es ante todo cobardía, ya que de sobra son conocidas las artimañas que usan los corruptos y sus secuaces, para suspender el actuar de investigaciones y evadir la justicia. Tampoco se termina con la cobardía con tratar de actuar contra los individuos del ayer y los de hoy y no evitar su aparecimiento en un mañana. El camino es expulsar, no tolerar. De eso las enseñanzas de la historia son claras: solo un pueblo con dirigentes fortalecidos con la lectura adecuada de la experiencia que da el pasado y con la honestidad y el valor para crear un mejor presente, pueden asegurar un futuro. Todos hemos experimentado que el tiempo cicatriza viejas heridas, pero basta que se abra un solo recuerdo para que se abran de nuevo. Es por eso que en el tema de corrupción no se puede hacer de tripas corazón.